Aunque quizás al contemplarte día tras día compartiendo el mismo
espejo, haga que al paso de muchos años, en realidad sigas viéndote igual, sí
puedes notar ese paso en el cambio de tus gustos y costumbres.
Por ejemplo, a este vecino del mundo siempre le ha parecido algo sin sentido
esa famosa y socorrida pregunta de qué tres cosas llevarías a una isla desierta, porque salvo si eres Tom Hanks en “Náufrago”, a ti no te va a ocurrir, y a él le pasaba y
conseguía cosas, restos del naufragio, porque trabajaba en FedEx Express, y
sabías que tarde o temprano aquello que había encontrado en algún momento le
serviría, en una curiosa versión de “Arrieros somos y en el camino nos
veremos”.
Este vecino del mundo nunca se ha considerado avaricioso,
pero sí, visto lo visto, y las vueltas que le ha dado la vida con esta crisis
que ha venido para quedarse como se queda un tatuaje en tu piel, incrustada,
solo que sin poder decidir sobre ella, con los años se ha considerado un
derrochador, ¡ojo!, y que es muy importante, sólo de lo que tenía.
Y ahora, que has llegado al momento en que verdaderamente
te tienes que preguntar hasta tres veces, mínimo, si realmente te tienes que
gastar un dinero en algo, y no gastarlo en otra cosa, o incluso en no gastarlo,
te cuestionas asuntos, que no sabes si a otros les parecerán profundos, como que
para ti qué es ser multimillonario. Pero como ya solo eres protagonista de tu
vida, y bastante tienes con ello y alargarla lo máximo posible, verdaderamente
te importa, y dicho en plan cursi, un comino lo que piensen los demás, porque
hace mucho que has descubierto, que al final solo tienes que vivir contigo y
con tu manera de pensar.
Y hace mucho que me contesté a esa pregunta, y además no
la tuve que pensar sino que los recuerdos me trajeron una escena vista por
televisión hace muchos años, y que aunque en su momento entró en mi tan fácilmente
como un cuchillo en la mantequilla, ahora cada vez que la recuerdo me parece
auténtica pornografía del dinero elevado, no sé si a la máxima potencia, pero sí
al "hardcore".
La protagonista, Carmen Cervera, lejos de sus momentos
Tita, y de lleno como Baronesa Thyssen, estaba en el salón de una de sus casas,
creo recordar que estaba en España, y que pasaba las tardes tranquilamente en
su salón. Era en realidad, eso daba a entender, y con los años cada vez estoy más seguro que no era una pose, de gustos sencillos, y le gustaba, según lo que decía entonces, dejarse llevar por sus
pensamientos, pero eso sí guiados por alguno de sus cuadros, y el que tenía en
ese momento en la pared de su salón era "La Concha, nocturno", de
Darío de Regoyos, nada menos que datado en 1906.
Un verdadero entendido puede disertar durante horas de la importancia de dicho cuadro para la pintura española, y la pintura en general, por sus luces, por la presencia de unos árboles, que en realidad no se ven...
En aquel momento no me causó ningún tipo de sentimiento, ni a favor ni en
contra, La Baronesa era así, y punto. Ahora con los años, pienso, y en realidad solo es una humilde opinión, en lo egoísta que se puede ser, y sin darse
cuenta, lo que es peor, privando a la humanidad el poder disfrutar de una obra
como esa, mientras tú en el mejor de los casos, como propietari@ de la obra,
dejas el tiempo pasar.
Y esas imágenes, repetidas en la retina de mis recuerdos
una y otra vez, me han hecho comprender que uno es cochinamente rico, cuando cree que
sabe apreciar lo que tiene, pero como posee tanto, su orden de prioridades está
más perdido que Dinio en el Museo del Prado.
*CUADRO: "La Concha, nocturno", de Darío de Regoyos.