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domingo, 31 de enero de 2016

CON EL CONTADOR A CERO



Digamos que no soy de lágrima fácil pero tampoco de los que opinan esa gran tontería de que los hombres no lloran. Si hay que embarcarse en ello, que sea con ahínco. 


Me imagino que en la vida normal lloraré, como creo que lo hará la mayoría de la gente, en momentos, cuando menos, íntimos, como la pérdida de un ser querido. Y, confieso que, por supuesto, en uno de mis grandes amores, en el cine, también lo había hecho, aunque hasta hoy había llorado, lo que se dice llorar, llorar, a moco tendido, tan solo dos veces.


La primera, y que me imagino lo habrán hecho la mayoría de los cinéfilos, fue al ver esa gran película, una auténtico homenaje del cine por el cine, como es “Cinema Paradiso”. 


Sin querer “desvelar” nada, intentando no utilizar ese anglicismo horroroso, como es “Spoiler”, diré que cuando se ven esas imágenes en blanco y negro, de besos escamoteados por la censura, y las primeras películas rodadas  por el protagonista, y  que ignoraba lo que habían sido de ellas, lo único que se puede hacer es dejarse llevar por los sentimientos transformados en lágrimas. No desvelaré nada al decir que esta película es una auténtica joya.


La segunda, y aunque no sea de tanta calidad cinematográfica como la anterior, está basada en un hecho real, y se titula   “Siempre a tu lado, Hachiko”. Interpretada por un ajustado Richard Gere, que es además uno de sus productores, cuenta en realidad la vida de un perro y de su extrema fidelidad. 


Recuerdo que en el cine, hace tan solo unos dos o tres años, intenté no llorar, más que nada para  que el espectáculo solo estuviera en la pantalla, pero una vez de comenzar a llorar, ya me dejé llevar, y el resto de la película la vi como si lo hubiera hecho desde el fondo de una piscina. Vi imágenes deformadas por las lágrimas. Pero, al final, sales del cine con una sensación muy parecida a si hubieras estado en unos baños turcos. Totalmente relajado y con la pérdida de unos cuantos kilos, de líquidos principalmente.


Y como se suele decir que no hay dos sin tres, lo de hoy ha sido hace apenas una media hora, y viendo una película por televisión, concretamente  en el canal AXN WHITE.


La película es “Me llaman Radio” (en el original “Radio”), y es del 2003. Interpretada en sus principales papeles por Cuba Gooding Jr., Ed Harris y Debra Winger.  Como en la anterior película, también está basada en un hecho real.


Es la historia de "Radio", el apodo de un chico solitario y con un cierto retraso, que patea su pueblo acompañado de un carro de esos de los grandes almacenes, y que le gusta mucho la radio y a la música. Auto-marginado hasta cierto punto, no habla con nadie, hasta que  un día, Harold Jones, el entrenador del equipo de fútbol del instituto se hará su amigo, y poco a poco su vida irá cambiando. Una película rebosante de sentimientos y valores. No perderse especialmente los minutos finales…


Totalmente recomendable, aunque no es una obra maestra, seguro que es más que probable que se te quedará en un rincón de tu corazoncito, y no la olvidarás, aunque quizás no quieras admitirlo.


Un consejo: si la ves, procura tener cerca una toalla tamaño sábana, y los ojos, no lo olvides, sin nada de rímel. Si olvidas esta última recomendación, al finalizar la película es más que probable que como se dice ahora, parezcas “afroamericano”, como el protagonista.



Me he quedado tan bien, y relajado, con tanto lloro, que creo que podré seguir soportando la realidad que nos rodeada. Ha sido, y creo que me entenderéis,  como una especie de poner nuestro contador de soportar desgracias a cero.


*FOTO: DE LA RED

viernes, 29 de agosto de 2014

CREER EN EL PARAÍSO

A medida que uno se va haciendo más viejo, que este vecino del mundo va cumpliendo años, se va haciendo también más sensible o, al menos, va quitando barreras que le impidan expresarse como él realmente siente.
Eso de que “los hombres no lloran” siempre me ha parecido, personalmente, una majadería, pero era mejor lamerse las heridas en casa.
Los seguidores de este vecino ya saben que el cine, la música, y el arte en general, le encantan. Pero quizás no sepan que en los momentos en que el vecino alcanza destellos de felicidad puede llorar como una María Magdalena cualquiera.
Al comienzo cuando ésto ocurría, concretamente viendo la película “Cinema Paradiso” (en la escena en que el protagonista descubre unas bobinas de celuloide con escenas de su primer amor y, especialmente, de los besos que había robado la censura a los usuarios de aquel cine de pueblo), intentaba no llorar, con lo cual le dolía el cuello inmensamente del esfuerzo que hacía. 
Desde hace unos años, sin embargo, y la experiencia es un grado, en momentos así, este vecino se deja llevar, y que los ojos expresen lo que sienten todo el tiempo que ellos quieran, o que el corazoncito, mi corazoncito, se lo dicte.
¿Películas o canciones que le hacen llorar a este vecino?
La verdad es que no muchas, pero los dos ejemplos que voy a comentar tanto de películas como de canciones, en la mayoría de los casos cada vez que las veo o las oigo, no me puedo, ni quiero, por supuesto, reprimirme, y…¡Que sea lo que Dios quiera!
En películas, la ya comentada “Cinema Paradiso”, y la muy traicionera. porque desconocía la temática hasta que la vi: “Siempre a tu lado, Hachiko”.
Con esta última, no es que llorara, sino que creo que todavía no han terminado con las obras de reparación del cine en cuestión, y de eso ya unos tres años.
Respecto a canciones que me tocan la fibra sensible, hay dos clarísimas.
Por un lado, tenemos una, prohibida, al menos en su momento, en los hospitales británicos, porque decían que por su temática podía desmoralizar a los pacientes. Se trata, de ese gran existo, cantada por muchos entre ellos Ojosazules Sinatra, “My way” (A mi manera). Una bellísima canción, en la que el protagonista está haciendo una recapitulación final de las cosas que hizo bien o mal en su vida, que se pudo equivocar o acertar, pero de lo que está seguro es que, siempre, siempre, lo hizo “a su manera”.
Por el otro lado, está esa exquisita canción, del musical “Los miserables”, “The dream I dreamed”, en castellano “Tuve un sueño”, y que todo el mundo recordará como motivo de descubrimiento (existo viral en internet, con una desconocida, hasta entonces, Susan Boyle). En sí, este suceso, una desconocida juzgada solo por su aspecto físico, y que al cantar, deslumbra, es en sí, bellísimo.
Esa canción, "The dream I dreamed", es algo así como la descripción del Edén en un pentagrama. El compositor al terminar tranquilamente pudo decir: -Bueno, yo ya me puedo ir, ya he cumplido con la humanidad.
Solo por momentos como los descritos, amén de los vividos, por supuesto, con las personas queridas, es una delicia estar en este mundo, y pertenecer a la especie humana, capaz de sentir y reflexionar, aunque, muchas veces, hagamos otras cosas que nos debieran avergonzar…

Por eso, si a este vecino alguna vez le preguntaran si cree en el Paraíso, no tiene ninguna duda en contestar: -Sí, creo, pero no es un lugar, es un sentimiento.

*VIDEO: DE LA RED