Todavía este vecino está imbuido por ese espíritu de
Dralion, del Cirque du Soleil que ha
tenido la suerte de saborear en su periplo por Donosti, Y es que Dralión no es
un espectáculo más, porque es poesía en imágenes. No, no es el concepto del
viejo circo, aunque este vecino del mundo ame al viejo circo, esa imagen de
antiguos saltimbanquis de pueblo en pueblo. Dralion, gracias al esfuerzo de su
compañía, es perfume de circo en envase de lujo, donde lo importante no es las
grandes estrellas, es más en ningún momento
se nombra a ninguna de ellas. Son figuras anónimas encarnando a seres de
otra dimensión, la de los sueños, en la que todo es posible, y que una vez
acabado dudas si es verdad lo que todavía recuerdas. Y a los diez minutos te
puedes cruzar con el artista despojado de su piel de leyenda e ignorar el ser
que se esconde en esa apariencia ahora de lo más normal.
Es un espectáculo perfecto, en el que puestos a dar ideas
se podía pedir una especie de voz en off guiándote por el mundo de Dralion, pero quizás es lo que quieren, que
te sientas como en un laberinto arrebatado por la propuesta y nunca sepas dónde
te vas a encontrar en los cinco próximos minutos.
Es un espectáculo con varias lecturas, la del puro
espectáculo, la de un pensamiento avanzado, la mirada de un niño asombrado, y todas rondando la perfección, porque el siguiente número te puede
aparecer de cualquier lado, de arriba, de abajo, incluso desde el lado del
espectador, porque no conoces a tu vecino, y quizás el más próximo a ti, no es lo que parece...
No se busca ni el mayor número de piruetas, ni la mayor
altura, pero sí que lo que se desarrolle en la pista enganche más allá de la
perfección, porque de esos acróbatas que prácticamente levitan enfundados en
unos pañuelos muy largos, no sientes que se están jugando la vida, porque lo
hacen tremendamente fácil, y te dejas llevar por esos vuelos en pareja que
huelen a amor, a cortejo, y estás seguro de que eso ha ocurrido por primera y
última vez.
Esa "troupe" que se lanza desde una pared con plena
confianza en una cama elástica y te hace sentir que el truco no está en la
cama, sino que en realidad las paredes actúan como un imán
y le imposibilitan una larga estancia en esa cama, y como un resorte se siente
impelido contra aquella pared, que sin moverse parece tomar protagonismo.
Es la primera vez que este vecino ha visto que después
de finalizar el espectáculo, y que los artistas se hayan despedido, nadie se
movía de su asiento pasados unos diez segundos. Quizás es el mejor testimonio
que se pueda dar a un artista, prendado de su arte, incapaz de moverte.
A mí, La Nuri, mi sufrida me ha preguntado nada más
terminar el espectáculo y verme
meditabundo:-¿En qué piensas?
Solo he acertado a decir:- ¿En qué he gastado el tiempo
de mi vida, para que no me cundiera como a ellos?- mientras hacía un
gesto señalando con la cabeza a la pista, ahora vacía.
Me ha parecido ver un destello de amor en sus ojos, pero como el mismo espectáculo ya no sé si ha existido, o lo he soñado.
*FOTO: DE LA RED