Quizás el enfrentamiento en
el circo mediático de estos días entre Pablo
Iglesias, y el periodista Eduardo Inda, y la consiguiente
definición como Don Pantuflo por parte del primero hacia el segundo, nos ha
devuelto una versión más de carne y hueso, del personaje que se ha convertido
en una especie de mando a distancia por parte del sufrido españolito de a pie
de nuestros días, al que deseamos que haga lo que nosotros quisiéramos hacer.
Quizás, con ese comportamiento tan políticamente incorrecto del líder de Podemos, tengamos la primera mancha en un
personaje tan medido hasta el momento.
Hay que recordar que si
alguien no ha sido dudoso en cuanto a su opinión de un líder, que es tan nuevo
que todavía se podría encontrar la marca de su precio si fuera un simple objeto
decorativo, es este vecino del mundo. Y
es de comprender esas ganas, por parte del respetable, de dar su merecido a unos políticos de los
dos grandes partidos, que con su alternancia en el poder, se han convertido más
en una versión de poli bueno y poli malo, que unos competidores legítimos en el
mundo de la política.
Una mancha puede fastidiar
una buena foto, y la salida de pata de banco por parte de Pablo Iglesias
insultando tan banalmente a un periodista que le llevaba buscando las
cosquillas durante mucho tiempo, quizás haga recordar a muchos, que en el fondo
todos somos iguales, y que no hay nada nuevo bajo el sol. Y
que de una verdadera posibilidad de ser un nuevo Moisés en el intento de
encontrar el camino a una nueva tierra prometida, hemos podido pasar a un simple
showman del prime time. ¡Una verdadera
pena!
Ese insulto, por otra parte
más que trasnochado para las nuevas generaciones, que más parece la rebeldía de
un niño en los primeros años de su vida, quizás nos tenga que recordar que no
hay nada nuevo bajo el sol, y que ese Don Pantuflo es más un guiño al
espectáculo por el espectáculo que un paso por construir un futuro nuevo o un
escape a este tiempo de crisis.
Quizás este Don Pantuflo sea
un equivalente a esa vida en España de una Ava Gardner de la que estos días
recordamos que hace veinticinco años nos dejó. La Señorita Gardner, porque ella
siempre fue muy suya, fue durante muchos años la representación de la belleza
en la mujer, calificada por sus estudios cinematográficos como «el
animal más bello del mundo», quizás ese animal escénico que traspasaba
la pantalla, y que con el tiempo nos enteramos de todos los devenires y “películas”
que se montó en nuestra España en blanco y negro.
Esa Ava Gardner, no de
muchas juergas nocturnas, sino de una sola pero continuada a lo largo del
tiempo, y que dio como resultado que su personaje en “55 días en Pekín” tuviera
que morir en pantalla por los retrasos que causaba en el rodaje de la superproducción
del Señor
Bronston.
A las figuras mediáticas
siempre se les intenta apagar los focos y hay cientos de enterradores
dispuestos a cavar su tumba, por eso no conviene dar facilidades. Una cosa son
las presuntas irregularidades de las que
un día sí y el otro también se les va a intentar “colgar” al Señor Iglesias y a
los suyos, y otra, y quizás tristemente menos perdonable, en esta España
acostumbrada a la corrupción, que se pierda las formas en un cuerpo a cuerpo.
Porque hay que recordar que tanto en el cine como en la vida, los malos siempre
son sujetos mal encarados, y “el bueno” siempre tiene que ir muy
bien peinado aunque acabe de salir del fango. Y esta vez Pablo Iglesias, aunque lleve coleta, se nos ha
despeinado, y eso siempre puede ser el principio del fin.
*FOTO: DE LA RED