Antes de nada, y evitando decir la palabra en inglés que
ahora se utilice tanto, y rompiendo mil lanzas por nuestro castellano, quiero
avisar a todos aquellos seguidores de “El príncipe” que no sepan cómo ha
terminado la serie, que es mejor que se abstenga de leer el post de hoy, ya que
aunque no voy a contarlo todo abiertamente, al quejarme de ciertas cosas, es
probable que les “estropee” sus expectativas. Quedan avisados a partir de este
momento.
No me dirijo directamente ni a los implicados en el
mundillo del cine ni de la televisión, pero hablo a todos los que quieren las
historias de ficción en general, especialmente visto desde el lado del
espectador/telespectador, que es el lado al que este vecino del mundo siempre
ha pertenecido, y últimamente sufrido.
Siempre se ha considerado al cine, televisión y series incluidas, como una escapada de la realidad aunque se
vista de ella, una cierta ventana a la ensoñación, e incluso como somos los espectadores los clientes últimos, proclives a que
nos hagan en cierta forma la pelota, endulzandonos un poco el paladar, con un final feliz o convencional.
Por tal como se están poniendo las series, aunque este
vecino del mundo no es un gran conocedor ni consumidor de ellas, diríamos que a nivel
internacional, sino que las series que ve son, casi en su totalidad, españolas, parece que se ha puesto de moda que el final de ellas, tengan un
cierto regusto amargo, por aquello de que quizás la amargura nos dirija más
hacia la realidad, y consecuentemente se pueda pensar que la serie tenga más
calidad.
Ni que decir tiene que “El príncipe” es una serie, a entender de este vecino, de gran
calidad, tanto a nivel de guiones, con buenas interpretaciones, en algunos
casos soberbias, y con lo último en
tecnología. Y todo ello, además, se nota en el resultado final de la serie. Pero aquí
este vecino quiere hablar de otra cosa…
Antes de comenzar el capítulo final de “El príncipe”, y
se puede demostrar, lancé un tweet, previendo lo que podía ocurrir, y dejando
clara mi opinión: Estoy harto de esa moda de finales agridulces. Tras más de dos años nos
merecemos un final de cuento.
Y por lo testado personalmente en Twitter, especialmente al final del capítulo y serie, muchas personas eran de mi opinión.
Esta serie, y me ceñiré a ella, para intentar no
generalizar, nos ha “costado” a los espectadores más de dos años de espera, y miles de anuncios violando nuestras
retinas. Sé que la productora no es la culpable, ni de los anuncios, aunque en
cierta manera viva de ellos también, ni sobre todo de esa especie de “coitus
interruptus” en plena segunda temporada, que la cadena nos causó, al postergar
parte de esos capítulos, sin explicación alguna (y es que no la había), al año
siguiente; quizás pensando que los telespectadores enganchados seguirían de esa
manera pegados a sus pantallas, proyectaran lo que proyectaran.
Se supone, ya lo sabemos, que entrar en el mundo del
hampa o del terrorismo, tiene sus costes que pagar a los que lo hacen, pero la
ficción es la ficción, y en lo que respecta a “El príncipe” concretamente, ya
bastante lo han pagado, con sus vidas incluso, tanto malos como buenos, incluyendo
a “Fran”, el amigo del “prota”, y una soberbia interpretación de José Coronado.
No es de recibo, se vista como se vista, con razones de todo
tipo, que ayer la pareja protagonista, unos convincentes Älex González e Hiba Abouk, no siguiera junta para guardarlos así en
nuestro baúl de los recuerdos. Y en el fondo, esa decisión se ha tomado, en la opinión de este vecino del mundo, para que todo se
revista de una pátina de más realismo, y de que no se pueda calificar a esa
serie como “dulce”, cuando en realidad nunca lo será, por todo tipo de tramas y sucesos como
han ocurrido.
La mayoría de los espectadores no pedíamos ayer el Edén,
sino que solo dos personas fueran felices, quizás para que el regusto de todo
lo ocurrido nos hiciera olvidar “que en El Príncipe todo acaba en agua salada”, y no nos lo fue concedido.
Por cierto, y antes de terminar, es también imperdonable,
por supuesto que desde el punto de vista del vecino, naturalmente, que en el último
capítulo no se haga ninguna referencia, a excepción de una última escena ya en
los títulos de crédito finales, a Faruq, ese otro “héroe/villano” en la trama,
y que al no verle en el capítulo final, pareciera que “sale” por la puerta de
atrás de la importancia.
Nuestros políticos claramente solo miran por su partido y
por su ego, y a nuestros personajes favoritos, que juegan en nuestros sueños,
no les dejan ser felices, porque “eso” parece que no viste de calidad a una
serie. ¿Qué nos queda?
*FOTO: DE LA RED