Hacerse mediático en una
época mediática es una labor, que más que difícil, pertenece al mundo de la
casualidad o al azar. Y quizás pronto olvidaremos a Alberto, un joven que
intentó su aventura en “MasterChef”, y que por casualidades de la vida inventó
tres palabras mágicas: León, come, gamba, que puestas en ese orden, y ya juntas
para siempre, y bajo la apariencia de un plato hecho con gazpacho de tomate y fresa,
con pimiento asado y una patata imitando la cabeza de un león, le han dado el
pasaporte, primero para ser expulsado del programa, y segundo para verse ya
inmortalizado por las redes sociales tanto a favor como en contra.
Este vecino del mundo no ha
querido sumarse al aluvión de comentarios ni graciosos ni agrios que tanto el
plato en cuestión, como la fuerte reacción del jurado se han originado durante días.
Cuando parece que todo se
ha calmado, entre otras cosas porque ya se ha visto otro programa, y es como si
se hubiera pasado otra página del mismo libro, este vecino del mundo quiere dar
otra visión del tema…
Quizás en el fondo de todo,
tanto del plato presentado como de la fuerte crítica, subyace el hecho de que
desde ya hace años a la cocina se le ha subido, este vecino nunca dirá si
merecidamente o no, al Olimpo del arte. Y como en todo arte, siempre habrá artistas y “listos”. Aquellos que logran con su
pericia y sentimiento, un algo más, y otros que nos quieren tomar el pelo.
En el caso del joven
Alberto, la cosa quedó muy clara porque la patata estaba cruda, y el presunto
plato era incomible, pero la fuerte reacción de los chefs, Pepe Rodríguez y
Jordi Cruz, quizás en el fondo iba más encaminada a todos aquellos que
intentan dar, y nunca mejor dicho, gato por liebre. Porque, en realidad, ¿qué hubiéramos
opinado si el que nos presenta este plato, con la patata en su punto exacto,
naturalmente, es un chef pata negra, con más estrellas que el infinito?
No se
puede demostrar, pero mucho me temo que
la opinión hubiera sido algo parecida a: “Jugando con condimentos de lo más simple, y que
tenemos en todos los hogares, el Chef Tal y Cual, ha logrado una sinfonía de
sabores que brillan tanto por la sencillez, como por la rotundidad de unos
colores que entran no solo por el iris de nuestra vista, sino por el corazón de
nuestro disfrute”.
Por eso este vecino del
mundo a la hora de comer se deja llevar más que por la vista, por los olores, sabor, buen juicio, y las cantidades. Porque tampoco se trata de sacarse una foto
con un gran chef, dejar el bolsillo altamente perjudicado, y acto seguido tener
que ir a casa para quitarse el hambre que todavía quedaba.
Lo de quedarse con hambre,
habiendo pagado un potosí, le pasó una vez a este vecino, de muy joven, y el chef sigue en el Olimpo de su triunfo, pero al vecino del mundo no le vuelve a ver. Es más,
alguna vez al ir a cruzarse con él en la calle, este vecino se ha cambiado de acera, más que
nada para evitar las ganas de decirle lo que opina de su arte en miniatura; más concretamente, de su arte, y de su miniatura.
Si algunos artistas de la
cocina no jugaran con nosotros, quizás tampoco el León hubiera comido gambas.
Pero, ojo, ahora más de uno hará el agosto, cualquier día del año, con ese
plato, o platillo. Y eso nunca será de artistas, sino de aprovechados.
*FOTO: DE LA RED