Uno de esos estudios raros,
que si hubiera sido realizado en España, inmediatamente lo hubiéramos catalogado
como una manera de desperdiciar el dinero, pero que en este caso ha sido en la
Universidad de Cardiff, en Gales, y por lo tanto nos lo tenemos que tragar sin
parpadear, ha dictaminado que hoy, lunes 19 de Enero, es el día más triste del
año.
Lo único que queda claro en ese estudio, en la humilde opinión de este vecino, es que ni el investigador de la Universidad de Cardiff y experto
en motivación, Cliff Arnal, ni ninguno de los que han intervenido en ese
estudio es donostiarra, porque en ese caso se hubieran negado a una afirmación
tan rotunda, a pesar de que la fórmula aplicada así lo estimara, teniendo en
cuenta que hoy precisamente, es la víspera de San Sebastián y el
comienzo de 24 horas de inmersión total en la tamborrada.
Hoy, prácticamente, es el
único día en que el donostiarra pierde esa compostura de cartel de anuncio
turístico, ante los sones compuestos por el Maestro Sarriegui, ni
tampoco se necesita nombrar ningún tipo de comisión a favor ni en
contra para que generalmente no lleguen a
ninguna conclusión, sino a miles de ellas. Porque en el ADN del donostiarra, las
próximas veinticuatro horas están escritas en txuri-urdin (blanquiazul), los
colores de Donosti.
Por si acaso, y volviendo al
tema de la formulita en cuestión, que se ha empeñado en que sea un día, una
víspera para nosotros, triste, hoy
saldré después
de cenar, y pensando en ella, sin rímmel a la calle, por aquello de que no me
digan el famoso “te lo dije” cuando
llore porque tenía que llorar según los estudiosos.
En una sociedad que te dicta
los gustos, lo que compras, lo que consumes, lo que faltaba ya es que tengas
que estar triste porque a alguien en alguna remota universidad le sale mediante
un fórmula, que tenemos que estar tristes, porque “yes”, y porque es “Blue
Monday”. Señores, aquí, en mi querida Donostia, y si quieren se lo digo en
inglés, hoy es “Blue and White Monday”.
Aunque sí, he de reconocer,
que personalmente desde hace unos años ya las fiestas en general no las vivo
como antes, y son los daños colaterales, como se dice ahora, de una crisis que nos ha empitonado
como un miura desbocado, y el que ha podido levantarse no olvidará lo vivido.
Ahora comprendo bien a mi madre, que fue componente de los llamados “niños
de la guerra civil”. A ella se la llevaron a Francia, y aunque
siempre ha celebrado las fiestas, ha tenido los pies en la tierra, y comprado
sin desbocarse, por aquello de “gastar poco para tener”.
Por eso, al enterarme de que
este año hay alguna sociedad gastronómica, que vuelve a poner en su menú, las
famosas angulas, que durante unos cuantos años las han tenido que olvidar por
prohibitivas, este vecino del mundo se
da cuenta, de que él personalmente, ya no ve la vida de la misma manera, y que si
ahora tuviera que volver a vivir todo otra vez, lo haría de otra manera, más
pautádamente.
Y que los que han causado
esta crisis no crean que, cuando quieran, si quieren, va a volver todo a su
cauce, porque no va a ser así, y que cuando deseen que compremos, porque la
fórmula de alguien diga entonces que así tiene que ser, y que necesitan que
compremos, porque quieren ser más ricos, este vecino desde luego se apea en la
próxima.
Lo dicho ni “Blue Monday”, ni día multicolor, porque alguien nos ha recordado insistentemente que los excesos se pagan, y mucho; y en realidad, la fiesta y el cariño donde mejor encajan es en el corazón, y eso sí, la tamborrada que no falte en la calle.
*FOTO: DE LA RED