Esta semana que está terminando (a ver si es verdad), se
ha caracterizado, como este vecino decía en su último post, por mil y un
telones, mil y un temas que se tapaban unos a otros.
El inefable, por cansino,
Puigdemont y su aventura por las Alemanias, Cristina Cifuentes y su búsqueda del master nunca visto, y la lucha
de Reinas en la Catedral de Palma, se han repartido el botín de la atención
mediática, en detrimento de las Kellys y su reunión con Rajoy.
Quien más, quien menos, ya sabrá que bajo esa
denominación (ellas mismas quisieron que su asociación a nivel nacional se
llamara así, por ser “las Ke tienen que limpiar”)
se agrupan las camareras de pisos de cualquier hotel que se precie.
Este vecino del mundo está convencido de que es el gremio
más incomprendido, porque está considerado como “molesto” por los mismos
clientes. O porque vienen cuando todavía estás en la habitación, o por todo lo
contrario. Porque, por ejemplo, te acabas de meter entre pecho y espalda una
comilona que la única manera de resistirla es pegarte una siesta de pijama y
orinal, y al llegar a la habitación te encuentras que tu “Kelly” sin apenas
poder respirar, porque ya anda tarde, está terminando de “domar” tu habitación.
Lo comprobé
en su momento en carne propia, una habitación desordenada puede ser más
peligrosa que un león en el atardecer de una sabana. En un frío y nevado Londres, en Enero de 1979, este
vecino del mundo estuvo trabajando, durante un mes mientras encontraba otra
cosa, como Kelly en Harewood Hotel, junto al museo de cera. Es un puesto mal
pagado y siempre a contra reloj entre basuras y malas caras.
Y ahora, por lo que parece, es aún peor porque todo lo que
se externaliza va no a peor, sino de cráneo, y las Kellys hace tiempo que lo
fueron, amparadas por una ley de trabajo de magnitudes draconianas.
Tienen que
luchar contra el tiempo, atmosférico y el del reloj de la “jefa de pisos”, e
incluso contra su propia salud mermada por el frío y la continua humedad por
los usos y costumbres que tiene el dejar todo como los “chorros del oro”. Por eso una de las cinco trabajadoras que se
reunió en La Moncloa le mostró que iba “enfajada” para poder soportar las
condiciones extremas a las que están sometidas, muchas de ellas además
medicadas, como comentado previamente.
Hasta para recibir la atención mediática han tenido, las
Kellys muy mala suerte, porque encalladas entre dos temas propensos al cotilleo, "el de la Cifu y el de la guerra de reinas", esperemos que M. Rajoy, haciendo una
excepción en su normal proceder, recuerde las condiciones que le han relatado, y que según sus propias palabras, ignoraba hasta ahora.
El problema para M. Rajoy, y ya lo digo desde el
principio, es que si toma cartas en el asunto, sus amigos, los empresarios,
seguro que se van a enfadar porque van a tener que “apoquinar” y ese verbo
nunca les ha interesado conjugar al restringido gremio de los jefazos.
*FOTO: DE LA RED