Hoy he tenido que ir, no me quedaba más remedio para no
pasar hambre, al lugar donde plastifican la naturaleza, o sea, al supermercado,
y me he llevado una sorpresa. No, no regalaban nada, a parte de unos veinte
papeles de promoción, al pagar en la caja, de productos que normalmente no
usas. Pero no me refería a eso. Sino que nada más entrar ya he visto otro
rastro más de que la Navidad prácticamente ya está, al menos su comercio, a la
vuelta de la esquina.
Ya se están promocionando los turrones, polvorones y
mantecadas. Como que si no estás un poco espabilado te estrellas contra ellos,
porque más que esperarte en la entrada de lo que sería el equivalente al
circo romano de la compra de nuestros días, se lanzan a tu yugular.
Ahora ya no
hay leones que tirar al pueblo, sino promociones con las que intentan devorar económicamente
lo poco que te va quedando a medida que nos vamos adentrando en el mes
correspondiente.
Este vecino del mundo ya se ha hecho el firme propósito
de que este año se va a concienciar para no ser tentado por el denominado como viernes negro,
cuando se acerque, que todo se andará.
Habrá que adoptar los modales de un político español a la
hora de llegar a acuerdos con los demás, y no acercarse a nadie, ni a ningún
sitio donde te intenten regalar, como se decía antes, duros a cuatro pesetas,
porque en realidad viene a ser una variante del truco del tocomocho y cuando te
das cuenta no es que ya ni te queden los bolsillos, ni es que tan siquiera te
queda la dignidad, que antes era lo único que quedaba a los pobres.
Por cierto, esta semana pasada estuvieron hinchas belgas en Madrid para animar a su equipo. Sucedió en la Plaza Mayor de
Madrid antes del partido de Champions League que enfrentó al Real Madrid contra
el Brujas. Y se pudo ver en algunos de los informativos televisivos, unas
desgraciadas imágenes en las que degradaban a un más de lo que lo hace la vida,
a un grupo de mendigas, intentado quitarles el velo del pelo.
Porque aparte de todo, hubo también un mucho de
machismo. Y este vecino del mundo, por motivos de su edad, acostumbrado en los
años setenta a devorar todo tipo de cine, digamos entonces catalogado como “intelectualoide”
en aquellas recordadas salas de arte y ensayo, y a hacer segundas
e incluso terceras lecturas, intentando burlar la entonces férrea censura,
creyó ver alguna semejanza en cómo nos siguen tratando todavía en los foros
europeos. Amagos de famélicas recompensas mientras al final el vaso no está
medio lleno, sino siempre medio vacío.
Ya se sabe, una cosa es lo que te proyectan en la tele, y
otra cosa lo que crees ver. Y ya nos quieren quitar, suprimiendo la filosofía en las escuelas, hasta la educación para
poder leer entre líneas… ¡Hay que joderse!
*FOTO: DE LA RED