Este
vecino del mundo se debe estar haciendo muy mayor, porque hoy que es
el día de mi cumpleaños, al despertarme, ni me acordaba, incluso he
tenido que preguntar si estaba en el planeta Tierra, porque no me
ubicaba muy bien.
Como
dándome ánimos no me gana nadie, he pensado que al no acordarme de
esta importante fecha, al menos para mí, me estará pasando más o
menos lo que debía de pasar al Baron Thyssen cuando adquiría un
nuevo cuadro para su colección, que por muy importante que era la
compra, para él en realidad era uno más, y seguro que ya no sabía
el número exacto de su colección.
Parece
que fue ayer, cuando pasaba la vuelta ciclista a España por mi
pueblo, Elgóibar, y el nacimiento ya era un preludio de lo que iba a
ser mi vida. Si naces después de un sprint, pues eso, ya naces
movido, y cansado. Los muy mayores sabrán que la citada vuelta
terminaba siempre en Donosti, cuando solo se le decía San Sebastián,
ya que la organizaba un periódico de aquí, o de allí depende de
dónde se me lea.
Siempre
que me tocaba estudiar algo, o era el último curso antes de un
cambio o era el primero de otro. Los muy maduros, por no decir otra
cosa, recordarán el famoso Preu, con película y todo (Los chicos
del preu), a este vecino le tocó ser del primer año que se
celebraba, es un decir, el Cou, una especie de conejillo de indias en
todo.
No
me dio tiempo a vivir la época de los hippies, sólo su olor a porro
y flores desde lejos, y el eco del final de una de sus frases: “...y no
la guerra”.
Nos
tocó los últimos años de la dictadura, y nos hicimos mayores para
votar al son de “Libertad, libertad, sin ira, libertad...”.
En
los estudios, ¡la monda!, los chicos por un lado y las chicas por
otro. Luego, claro, ibas a bailar y al arrimarte te faltaba la
respiración, y del preparado “Estudias-o-trabajas” no pasabas.
Ahora
se denomina “hacer la cobra” al gesto que hace la mujer para
rehuir un acercamiento del rostro masculino. A nosotros no nos hacían
la cobra, porque no existía este término, porque de lo contrario
nos habríamos convertido en “faquir” de por vida.
Lo
triste del caso es que, aunque visto lo visto te lo pasabas mal, ahora, de todo aquel mundo te entra la nostalgia, e incluso una sonrisa con
lágrima incluida.
El
miedo que me da es que con todo lo que está ocurriendo ahora, y si
llego a los ochenta años, y sino desde otra dimensión, pensando en
los momentos actuales, no diré eso de “la monda”, porque ahora
aunque con calva incorporada, soy más moderno, y pensando en estos
días, diré “me parto la caja” y esperemos que no sea la de pino
para escaparme.
*DIBUJO: DE LA RED