Yo no he pedido escribir, nunca lo he hecho. A nadie he pedido reventar la mañana con pensamientos escritos, el saltarme el guion previsto. Nunca quise hacer del desamor una historia, porque el desamor era el fin de la historia.
Pronto aprendí que escribir es fotografiar el pensamiento,
gritar a los cuatro vientos los más profundos secretos. Escribir es dejar un
testamento al descubierto, hacer una
autopsia de la vida.
Yo no he elegido escribir. Nunca quise sacar la cabeza del
furgón de cola. Siempre quise vivir mi vida y dejar vivir a los demás. Pero
existen las noches extrañas, los días de lluvia, los momentos tristes. Esos instantes,
en que tu cuerpo es una isla, y necesitas una botella en la que mandar tu
mensaje al exterior. Necesitas proclamar que estás vivo, o quizás simplemente
indicar en un mapa, dónde se encuentran las cenizas de tus sueños, de esos
sueños que eran tu norte pero que el viento de la vida más que desplazarlos los
extinguió.
Necesitas confesar que existe alguien con las mismas
preocupaciones que los demás, que la historia se repite, que quizás somos
originales, pero no únicos.
Yo no he elegido la mañana para escribir en su primera
luz del día, pero sí tengo la necesidad de lanzar señales de humo para indicar mi
pensamiento, para sugerir que existen mundos secretos, mundos que no hablan
pero que se crearon al ser sentidos.
Yo no he elegido la última luz del día para escrutar en
el polvo del recuerdo, y abrillantar sentimientos pasados, dejándolos como los
chorros del oro, vivitos y coleando. Aprendí a ver en la oscuridad del desdén,
en el más allá de una carretera cortada, en lo que ocurre tras “el fin” de una
historia, qué se oculta detrás de una puerta cerrada.
El lenguaje de los ojos de mi primer amor, el deseo
oculto de sus labios, la sombra de su sonrisa, me enseñaron que todo aquello no
se podía ocultar en el olvido. Yo no he pedido escribir, pero lo necesito para
sentir que la vida es algo más que un corazón latiendo, que una sucesión de
días que te llevan al final. Necesito dar respuestas sin preguntas,
explicaciones que no tengan un origen. Escribir,
quizás, sea darte las gracias por no haberte conocido, porque ya solo la espera
mereció la pena.
*FOTO: DE LA RED