Querida
desconocida:
Habíamos
quedado esta mañana, o al menos eso creía. Te he esperado, varias horas,
primero con nerviosismo, luego con esperanza, y por último con pesimismo.
Muchas
veces has aparecido cuando me encontraba triste, o simplemente no me
encontraba. Otras veces recordando mi niñez o juventud, te has encargado de que
ahondara en escenas casi olvidadas, en días desenfocados por el paso del tiempo.
Hoy, sin embargo, te has negado a venir.
Siempre
me has dicho que para que aparezcas tengo que trabajar intensamente, y como
gran conocedora del ser humano, quizás
has llegado a la conclusión de que hoy hacía que trabajaba, en lugar de
trabajar, y por eso no me has creído merecedor de tu presencia.
Algunas
veces, cuando era joven, te taché de cruel y de gustarte poner el dedo en la llaga
en momentos en los que la herida del amor no dejaba de supurar. Encendías mi
luz cuando solo quería estar a oscuras y que las luces del alba trajeran un mundo
nuevo o al menos diferente.
Aunque
siempre has intentado llenar de belleza, o al menos de curiosidad, los momentos
de caos, hay situaciones en que me desorientas o me sorprendes.
Habíamos
quedado esta mañana, o al menos eso creía, y ahora sí me siento realmente solo,
tanto como un día sin mañana, una novia sin velo, o una pérdida sin por qué.
Con sólo
sentirte haces que ordene el álbum de mis recuerdos, que mire sin miedo el recorrido
de mis sentimientos, el sentido de mi vida, las promesas cumplidas e incluso
las que murieron antes de ser prometidas.
Espero
que tu ausencia no sea definitiva, que sea un malentendido en un mundo sin
sentido. Por eso te escribo, querida musa, para que sepas que seguiré visitando
los mismos lugares y vistiéndome de sentimientos y recuerdos, nuevos y viejos,
mientras espero a que vuelvas, para que
solo seas tú quien me desnude.
No
te conozco, pero no puedo olvidarte.
Tuyo
siempre, pero eso, ya lo sabías.
*DIBUJO: DE LA RED