El gran
actor Pepe Isbert dijo una vez que a ellos, a los actores de cine,
les pagaban por esperar. Hay que tener en cuenta que para rodar una
película, en lo que menos se tarda normalmente, es en hacer la toma.
Primero hay que colocar las cámaras, luces, micrófonos (si lo hacen
con toma de voz directa), tomar las medidas a los actores por si hay
primeros planos...
¿Os habéis
parado a pensar la gran cantidad de tiempo que pasamos esperando? Si
descontamos el tiempo que pasamos durmiendo y esperando, al final lo
que hacemos es bien poca cosa. Porque no solo esperamos por nosotros,
sino que lo hacemos también por los que están delante de nosotros,
y los que están delante de ellos, y así sucesivamente.
Este vecino
del mundo es un gran nervioso, y cualquier día de estos, conseguirá
volver antes de ir, y la sala de espera de una caja de ahorros es un
gran laboratorio de esperas.
Si el citado establecimiento es de los
de lujo, en realidad a lo que me refiero es que está adecuadamente
preparado, tiene una máquina que te da un número para indicarte el
orden en que te van a atender, porque entenderte en un banco o
caja de ahorros es difícil, sobre todo si les vas a pedir algo. ¡Pues
bien! Todo el mundo se sienta, y espera calladamente, y es en el
momento en que encaras a la persona de la ventanilla cuando EMPIEZAS
a buscar los documentos necesarios para la transacción. Y antes que
tú, eso mismo lo hizo el anterior, y el anterior...
Eso, si
todo va normalmente, y a la persona de la taquilla no la llaman por
teléfono, y no comienza a hablar encriptadamente, señal inequívoca
de que está hablando de todo menos de trabajo.
Si Dios
consiguió crear todo lo que nos rodea en seis días, es que era un
gran organizador, y ya había hecho con mucha antelación todos los
pedidos, y además se dieron las circunstancias necesarias para que
nada fallara, dejando al margen la cantidad de cerebro que dejó al
protagonista del evento, es decir al ser humano, y que se le olvidó
dejarnos el manual de instrucciones.
Ya para
terminar, comentaré que establecimientos como IKEA y similares, en
el que uno de los principales activos es la rapidez, el secreto en
realidad es que tú mismo te atiendes, y coges lo que necesitas, y el
gran arte del “inventor” de estos negocios es que el cliente paga
aparte de por los materiales, por haberse atendido gentilmente así
mismo. A eso en mi pueblo se le llama hacer un negocio redondo.
*FOTO: DE LA RED