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viernes, 21 de julio de 2017

LOS MALOS TAMBIÉN PUEDEN TENER GLAMUR


Siempre se ha dicho, que la muerte iguala a todos, pero claro está, y el fallecimiento del Señor Blesa es un claro ejemplo de ello, de que una cosa es el dicho popular, y otra, la verdad verdadera.

El día del, legalmente se supone que demostrado vía autopsia, “suicidio” de Don Miguel Blesa, como pilló por sorpresa a todos, es lo que tiene el suicidio,  se oyeron todo tipo de comentarios, más en contra de él que a favor, ocurre con los polvos y los lodos. 

Sin embargo, lo del día después ha sido copar una gran parte de medios informativos por los adláteres del poder y similares, para recordarnos lo malos que han sido esos jubilados airados que le esperaban un día y otro en la calle para recordar al Señor Blesa lo malo que era. Y que actitudes como esa son las que han llevado, al que un día fue hombre importante en la economía española, al suicidio. Por cierto, y más de uno llamará a este vecino del mundo, como mínimo, malpensado: ¿Nadie se ha parado a pensar que quizás no se debería haber incinerado el cuerpo todavía?

España, por mucho que se empeñen los anti-taurinos, que al final ganarán la batalla, siempre será el país que inventó la plaza de toros. Y ese concepto, el de la arena de la batalla y los burladeros, donde ponerse a salvo, ha servido también para la vida diaria.

Uno, en su trabajo, hace lo que cree que tiene que hacer, y si tiene poder, muchas veces pega mil capotazos al personal antes de sacarlo del ruedo del trabajo-vida, patas arriba, y, mientras, mira a la puerta de toriles, esperando a otro para seguir toreando. ¿Si las cosas se ponen feas? Siempre tenemos el burladero para ponerse a resguardo. 

Y burladeros hay unos cuantos: las leyes (que siempre protegen al empresario); la política, o, el poder de hacer creer que todos son iguales hasta que te sacan el voto; la muerte, que da una especie de visado para ya no poder hablar mal del difunto; y la religión, o ese poder sanador que tiene, por el cual tú, te puedes ir a la tumba tranquilo, porque sabes que Dios saldará tus cuentas pendientes en el más allá, y no sabes que si Dios existiera sería una multinacional que guarda sus intereses, seguro que también, en un paraíso fiscal del más allá.

A todos estos burladeros también hay que añadir uno especialmente pensado últimamente, para los partidos políticos: la dimisión, de cualquier integrante, especialmente en problemas con la ley, hace que ya el partido se crea con derecho a desvincularse de todo acto realizado por él o ella, cuando todavía pertenecía a sus filas.

Por cierto, y  recordando todavía el burladero de la religión,  seguro que ni Dios perdonaría lo del Señor Eduardo Inda ayer, poniendo en la diana de la culpa , a todos esos perjudicados por las decisiones profesionales del Señor Blesa. 

Parece que en España el derecho al pataleo, o practicar “la venganza del chinito”, que meaba en la sopa del que previamente le había puteado, mientras le hacía una reverencia servicial, se debe de prohibir por ley. Cuando el Señor Inda, si por algo se caracteriza precisamente, es por lanzar los primeros trapos sucios, que él cree tener, al que le molesta por ir en contra de sus intereses morales o profesionales, que de todo debe haber.

Y ya para terminar, el Señor Blesa siempre me ha recordado mucho físicamente, y no lo he oído por ningún lado, a aquel gran actor, en todos los sentidos, que fue Robert Ryan, en la foto al comienzo del artículo, y que demostró mil veces en pantalla que los malos también pueden tener glamour, del bueno, del que no se compra con dinero. Aunque siempre ha habido una gran diferencia entre los dos: Mr. Ryan fingía en sus trabajos, era actor, que era malo.

*FOTO: DE LA RED


viernes, 30 de septiembre de 2016

DE PROFESIÓN: VALIENTE



Estos días ha salido a la luz una encuesta en la que se muestra que muchos de los actores españoles están bordeando la pobreza, siendo mayoría los que no ganan al año seis mil euros trabajando solamente en lo suyo. Y a este vecino del mundo, inmediatamente le ha venido a la mente esa magnifica película, de Don Fernando Fernán Gómez, que es "El viaje a ninguna parte".


Quizás, esa cierta fama de gorrón que antiguamente tenían muchos de los actores, venga motivada ya de siempre, por intentar sobrevivir más que vivir. Y quizás más de uno haya tenido que desplegar sus dotes interpretativas más fuera del escenario, en la vida diaria, que dentro. Porque entre “estar sin blanca” (una expresión que apenas se oía ya, pero que quizás con la crisis, se esté volviendo a usar desgraciadamente), y estar tieso de dar pena, siempre hay un gran camino, marcado especialmente por el orgullo y el no dar el brazo a torcer al haber tomado la decisión de su vida.


Y es que no es lo mismo morirse de hambre, en este caso por ser actor, o actriz, y no trabajar por no valer para ello, o ser pésimo actor. Está claro que ni todos los futbolistas son millonarios ni los actores conocidos, o no, tengan aseguradas las alubias de mañana. Y es que en esa profesión tan aventurera que siempre ha sido la de actuar, últimamente el famoso “I.V.A. cultural” (21%) ha condenado a la gran mayoría a alejarse de las tablas. Porque entre dar de comer a la familia de los productores, y jugarse la hacienda por Hacienda, los productores siempre elegirán que mejor lo primero, ya que lo segundo más que ayudar al arte se ha convertido en el juego de la ruleta rusa, y a juicio de este vecino del mundo, en lugar de una sola bala en el revolver, ya están todas las balas menos una, eso en el mejor de los casos. Con lo cual, el desaguisado se convierte en mortal.


Estos días, tras la encuesta, son momentos que también deberían dar qué pensar al Ministro de Hacienda, muy aficionado en ciertos momentos a hacer sangre con los actores españoles y sus declaraciones a Hacienda. 


Quizás, sería deseable que la próxima vez, el Señor Montoro, si sigue en su puesto, debería de andar con más tiento, ya que tranquilamente le podrían contestar eso de “qué bicoca sería el poder declarar a Hacienda, señal de que se estaría trabajando”. Y es que entre los actores españoles, sean buenos, malos, o como diría Felipe González, “medio pensionistas”, no existe eso de “aforados” como entre algunos políticos, y otros, que convierten en la práctica esa palabra en “se ha forrado”.



Por cierto, y ya para terminar,  más de uno de nuestros políticos seguro que ha recibido clases de dicción y actuar, "acting", por parte de alguno de esos actores en permanente crisis; e incluso, más de uno de esos políticos, entonces en ciernes, seguro, que en parte con los “consejos” recibidos, creó un personaje impoluto que le acompañará, sino se le tuerce “la cosa”, hasta el fin de sus días ... hábiles.


*FOTO: DE LA RED

jueves, 7 de mayo de 2015

AITOR MAZO, AMIGO HONORIS CAUSA



Me acabo de enterar, y no daba crédito, de la muerte del actor Aitor Mazo.

No, no le conocía personalmente, pero Aitor era una de esas personas a las que siempre he considerado como amigo Honoris Causa.

Ser amigo honoris causa no es ser una eminencia en nada, sino ser una de esas personas que siendo conocidas a nivel público, sientes por él algo que trasciende a lo general y te ha llegado a lo más íntimo. Podrías decir, sin mentir, que es de tu familia. Y Aitor Mazo es uno, de los pocos, Honoris Causa, como me ocurría con Álex Angulo.  Y en menos de un año se nos han ido los dos. ¡Qué injusta es la vida, y la muerte!.


El Señor Aitor Mazo no ha sido de papeles protagonistas, sino que incluso con breves apariciones dejaba su impronta como lo hizo en “15 años y un día”, de Gracia Querejeta, en la que con su breve aparición como el vecino con perro, sugería mucho más de lo que tenía en el texto.
Que le conozcan como el cura de “Ocho apellidos vascos” quizás es un poco injusto, por su papel de aparente pequeñez, en comparación con la amplitud de la misma trayectoria de su carrera. Pero quien conozca el día a día de los vascos, su retrato de cura de derechas de toda la vida, es una composición redonda, una extraña mezcla de humor y cariño.

Este vecino se comenzó a fijar en él, y ya entonces llevaba años en el negocio de los cómicos, al ser uno de los presentadores de un programa de varias autonomías, llamado “Olé tus vídeos”, con vídeos mandados por los televidentes, y entre sus compañeros recuerdo que también estaba Ximo Rovira.

Si algo tiene Aitor Mazo, porque todavía su muerte se antoja como imposible, es algo clave en la figura de un actor: verdad, y humanidad. Lo mismo ha encarnado personajes buenos, como malos, pero una característica suya ha sido llenarlos de mucha coña. Dotado de un físico imponente, en cuanto a aparente envergadura, en cualquier momento pudo ser acusado de ladrón, porque escena en la que aparecía, escena que robaba con indiscutible facilidad.

También ha intervenido en otros éxitos cinematográficos del cine español como “Airbag”, y “La comunidad”. Como bilbaíno de nacimiento, el cine vasco tampoco le ha sido ajeno, siendo además por esas cosas que tiene el destino, su primera película (“Lauaxeta”) y la última “Lasa y Zabala” de su filmografía.

El bueno de Aitor Mazo siempre ha servido para dar empaque a un proyecto, ya que al leer su nombre en los créditos, te daba sensación de seguridad. Esa misma seguridad que hemos perdido hoy al enterarnos de su fallecimiento.

Este vecino del mundo no sabe si es verdad eso de que siempre se van los mejores, porque al final nos iremos todos, pero al menos, y desde un punto egoísta, el Señor Aitor Mazo ha sido muy importante. Lo dicho, un amigo Honoris Causa que hoy se ha doctorado en eternidad, una historia por la que ha fichado para siempre, o para nunca.


Descanse en paz Don Aitor Mazo. Siempre te recordaremos con mucho, mucho, cariño, el mismo que has depositado en cada uno de tus trabajos.


*FOTO: DE LA RED

lunes, 21 de abril de 2014

UN CIERTO HALO DE MISTERIO

Antes de nada, un saludo a todos mis lectores, que no son pocos, y si me habéis echado de menos, es un buen síntoma. Por mi parte, en más de una ocasión he querido compartir lo que me estaba pasando, pero me prometí "solemnemente", me imagino que sería por aquello de la Semana Santa, que teníamos, vosotros y el vecino que llevo dentro, que desconectar estos cuatro días, para que no os sintáis pertenecientes, en cierta manera, a una secta, y quizás como esas parejas reñidas, para que el reencuentro siempre sea especial.
Para entrar en materia he de decir que todos aquellos cotillas, dicho con todo cariño, que quieran enterarse de los pasos del vecino durante esta Semana Santa se van a sentir decepcionados, porque no voy a soltar prenda. No ha habido nada especial, pero ocurre que más de uno de mis lectores se ha puesto en contacto conmigo, diciéndome que no creían nada de lo escrito los últimos días, de que iba a vestirme de Nazareno y “procesionar”, verbo  inventado últimamente, por lo que prefiero que, en ese caso, cada uno se invente mi historia en esos cuatro días, en realidad tres sin post, porque seguro que será más divertido, o ameno, que la realidad misma.
De todos modos siempre conviene crear un poco de misterio entre el escritor y sus lectores, como ocurría antiguamente entre las estrellas de cine y los espectadores. En cuanto nos dimos cuenta de que en realidad los actores, por muy americanos que fueran, estaban hechos de la misma materia que el común de los mortales, se perdió el glamour. Imaginarnos, por ejemplo, a un Gary Cooper en un mingitorio público acababa de todas todas con la aureola de “un solo ante el peligro”.
Por el contrario, a Agatha Christie siempre le siguió un halo de misterio, no solo por sus novelas, sino por aquellos días (tres semanas exactamente) que estuvo desaparecida, y de las que nunca quiso revelar su verdadero paradero, porque normalmente la verdad siempre desinfla una buena historia.
En el fondo cuando leemos a alguien siempre queremos dos cosas:
Que nos sorprendan, y que no nos digan la verdad, porque ésta siempre es o triste o aburrida. En realidad, todo lector lleva dentro un amante en potencia que siempre pide que le digan lo guapo que es y lo enamorado que están de él, o de ella.

*FOTO: DE LA RED

martes, 18 de febrero de 2014

EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS

Ayer haciendo uno de los gestos aprendidos en el siglo XX, el zapping, redescubrí a todo un actorazo como lo es José Sacristán.
Muchas veces olvidamos que hay vida detrás de la pequeña pantalla, aunque ésta sea de cuarenta y dos pulgadas, o más, y gente como el Señor Sacristán que lleva el veneno de los “cómicos” infectando irremisiblemente su sangre, y una larguísima carrera profesional, sigue viviendo, aunque nosotros apaguemos  nuestro aparato receptor, y no deseemos que nos cuenten “más películas”.
A este vecino le vino a la mente la triste historia contada en “Viaje a ninguna parte”, en la que Sacristán precisamente es uno de los protagonistas, y que viene a ser la parábola de la vida de un actor. La diferencia entre la realidad y la ficción, y la triste diferencia de rodar una película o montarse una película sobre la vida misma.
Estamos cansados de volver a acordarnos de grandes figuras de la escena en el momento de su fallecimiento, y que no habíamos vuelto a saber nada más de ellos durante muchos años. Lo cual no significa necesariamente que no hayan seguido trabajando en su terreno profesional, sino que las luces que enfocan la actualidad diaria, enfocaban hacia otro lado, no necesariamente mejor.
Y la actuación, salvo excepciones, no es un arte que se almacene, como puede ser la pintura por ejemplo, sino que se escribe y muere en el aire. Los gestos, la voz, vienen y van. Nacen y mueren en un instante. Aquí sí que se puede decir eso de “en un abrir y cerrar de ojos”, los mismos para los que nacieron, los ojos del espectador.
Por todo eso es una pena que maestros como Don José Sacristán, se prodiguen delante de nuestros ojos tan poco. Quizás en este caso sea porque ya esté más allá del bien y del mal, y haya llegado a la conclusión de que él y su familia, deban de ser los principales actores y espectadores de sus propias andanzas. Sabe, sin ningún género de dudas, de que ya no le queda nada por demostrar a nadie. Por eso, muy de vez en cuando, nos sigue perfumando con preciadas gotas del tarro de sus esencias, no para que nos acordemos de él, que seguro que no lo necesita, sino para hacernos ver, con sus magníficas interpretaciones, lo bien que nos conoce, lo bien que conoce al hombre.

*FOTO: DE LA RED

jueves, 13 de junio de 2013

EL CAPITÁN HABAB Y EL SEÑOR ATTICUS NO SE ENTIENDEN.

Ayer se cumplieron diez años de la muerte de Gregory Peck, uno de los actores favoritos de este vecino del mundo, de esos a los que no adivinabas el esfuerzo por interpretar, y que ponía su cuerpo y su saber hacer en busca de un personaje, y no al revés.
Lo bueno de los actores de hornadas anteriores, es que no conocías prácticamente nada de su vida, por lo que el actor, por decirlo de alguna manera, llegaba “virgen” de información sobre sus avatares, defectos y virtudes, a un público que solo relacionaba ese nombre al de anteriores películas que había visto de él, o de ella. Como mucho, te podías enterar de que una estrella, que es como realmente se les consideraba, había contraído matrimonio, como se decía muy formalmente, con otra. Además, te enterabas de repente. No sabías ni de amores anteriores, ni cuanto llevaban juntos, los ahora matrimonio; política de hechos consumados.
Quizás, la naturaleza es sabia, y cada actor/actriz tienen su personaje y su época. El capitán Ahab de Moby-Dick, o el Señor Atticus, de Matar a un ruiseñor, son personajes de honor, valor y auto-inmolación por un sueño o por una causa que se siente como justa y propia. Ahora en un mundo en lo que lo normal es ser friqui, lo cual ya es una contradicción en el sentido estricto del concepto, serían mirados como cándidos y pasados de moda, pues tienen unos valores que, tristemente, ya no se entienden.
El Señor Atticus sería ahora una especie de Baltasar Garzón, por supuesto que salvando las distancias, sobre todo las que ha tenido que recorrer este último como consecuencia de no poder ejercer su carrera profesional en España, y que curiosamente se le trata mejor, porque peor es imposible, en el extranjero que en su propio país.
Ahora, normalmente nos movemos por dinero, y no por un ideal, a no ser que éste sea conseguir el poder, y consiguientemente luego, el dinero otra vez; ni por amores virginales, como el de “Vacaciones en Roma”, donde ahora todo lo que veríamos en esa película, es un intento de braguetazo, y dar el pelotazo de su vida, quedando sin entenderse el amor por el mero hecho de amar. Y quizás así nos luzca el pelo a todos, y eso a los que aún tienen, porque a otros..., así nos va.

*FOTO: DE LA RED



viernes, 10 de mayo de 2013

ALFREDO EL GRANDE

A media tarde la luz de mi corazón cinéfilo se ha fundido a negro. Se ha filtrado la triste noticia de la pérdida de alguien que era más que un actor, pues Alfredo Landa, para la mayoría de los españoles, ha formado parte de nuestra familia. Dependiendo de la edad del espectador, ha podido ser yerno, hijo, tío, novio, padre e incluso abuelo.
Como sus personajes, nunca quiso dar clases magistrales, aunque sus interpretaciones siempre lo fueron. Estaba hecho de una materia que solo podía ser moldeada por los sentimientos.
De las obras de teatro de aficionados en Donosti, que en realidad fue la base de todo su posterior trabajo, pasó a finales de los cincuenta a intentar abrirse camino como actor en Madrid, primero en teatro, y ayudándose del mundo del doblaje para ganar sus primeras pesetas y en algunas intervenciones televisivas, poco a poco en el mundo del cine.
En su primera incursión cinematográfica, “Atraco a las tres”, ya dio la talla de lo que se podía esperar de él.
Nos hizo creer que las suecas se volvían locas por sus huesos, y había que ser gran actor para ello, y que era el español medio de mediados de los sesenta/setenta. Es la denominada etapa del landismo. Y  de personajes nada serios en historias nada serias, pasó a hacer papeles importantes durante la llamada transición. Películas como “El puente”, de Juan Antonio Bardem y sobre todo las de José Luis Garci, “El crack” y su continuación “El crack 2”, en el papel de Germán Areta, en el que utilizaba su segundo apellido como nombre del personaje, nos hicieron creer en un nuevo Bogart, esta vez, y como siempre en Landa, “a la española”. Quien antes nos hizo reír, y casi sentir vergüenza ajena por las situaciones de sus personajes, se convirtió en adalid de la protesta que de una u otra manera todos íbamos sintiendo a finales de los setenta/principios de los ochenta.
Ha sido, y siempre será para nosotros, un actor que nadie creía que actuaba de lo bien que lo hacía.
Puntales en su carrera han sido películas como El bosque animado, La vaquilla, y Los santos inocentes, trabajo por el que recibió el premio al mejor actor en Cannes, ex aequo con Paco Rabal, en 1984. Sin embargo, uno de sus triunfos fue conseguir que con su apellido se definiera a un tipo de cine del que él fue su máximo exponente, 
Para este vecino, un gran papel suyo, en una interpretación valiente, y en una película que no es de las más conocidas, es “Sinatra”, una cinta de cine alternativo, dirigida por Francesc Betriu.
También aprovechó el filón de la televisión, y aunque le tentaron en numerosas ocasiones, cuidó al máximo sus intervenciones, y para este vecino del mundo su mejor trabajo fue en la serie “Tristeza de amor” en 1986, en la que encarnaba a un periodista encargado de un programa de radio en su franja nocturna.
Este vecino ha decidido titular este pequeño recuerdo como “Alfredo El Grande”, las mismas palabras que él permitió para el libro con su biografía, señal de que a él le agradaba.
Se nos ha ido en la peor época para el cine español. Y desde el fondo de mi corazón, quiero creer que no nos ha abandonado, sino que simplemente, como todo buen actor que se precie, ha hecho mutis por el foro.
Descanse en paz nuestro Alfredo Landa, con quien conseguimos creer que nosotros también podíamos ser héroes, aunque fuera por un solo día.
A media tarde, la luz de mi corazón cinéfilo se ha fundido a negro, y esta vez es para siempre.

*FOTO: DE LA RED


miércoles, 8 de mayo de 2013

¿DULCE ESPERA?


El gran actor Pepe Isbert dijo una vez que a ellos, a los actores de cine, les pagaban por esperar. Hay que tener en cuenta que para rodar una película, en lo que menos se tarda normalmente, es en hacer la toma. Primero hay que colocar las cámaras, luces, micrófonos (si lo hacen con toma de voz directa), tomar las medidas a los actores por si hay primeros planos...
¿Os habéis parado a pensar la gran cantidad de tiempo que pasamos esperando? Si descontamos el tiempo que pasamos durmiendo y esperando, al final lo que hacemos es bien poca cosa. Porque no solo esperamos por nosotros, sino que lo hacemos también por los que están delante de nosotros, y los que están delante de ellos, y así sucesivamente.
Este vecino del mundo es un gran nervioso, y cualquier día de estos, conseguirá volver antes de ir, y la sala de espera de una caja de ahorros es un gran laboratorio de esperas. 
Si el citado establecimiento es de los de lujo, en realidad a lo que me refiero es que está adecuadamente preparado, tiene una máquina que te da un número para indicarte el orden en que te van a atender, porque entenderte en un banco o caja de ahorros es difícil, sobre todo si les vas a pedir algo. ¡Pues bien! Todo el mundo se sienta, y espera calladamente, y es en el momento en que encaras a la persona de la ventanilla cuando EMPIEZAS a buscar los documentos necesarios para la transacción. Y antes que tú, eso mismo lo hizo el anterior, y el anterior...
Eso, si todo va normalmente, y a la persona de la taquilla no la llaman por teléfono, y no comienza a hablar encriptadamente, señal inequívoca de que está hablando de todo menos de trabajo.
Si Dios consiguió crear todo lo que nos rodea en seis días, es que era un gran organizador, y ya había hecho con mucha antelación todos los pedidos, y además se dieron las circunstancias necesarias para que nada fallara, dejando al margen la cantidad de cerebro que dejó al protagonista del evento, es decir al ser humano, y que se le olvidó dejarnos el manual de instrucciones.
Ya para terminar, comentaré que establecimientos como IKEA y similares, en el que uno de los principales activos es la rapidez, el secreto en realidad es que tú mismo te atiendes, y coges lo que necesitas, y el gran arte del “inventor” de estos negocios es que el cliente paga aparte de por los materiales, por haberse atendido gentilmente así mismo. A eso en mi pueblo se le llama hacer un negocio redondo.

*FOTO: DE LA RED