Antes de nada, un saludo a todos mis lectores, que no son
pocos, y si me habéis echado de menos, es un buen síntoma. Por mi parte, en más
de una ocasión he querido compartir lo que me estaba pasando, pero me prometí "solemnemente", me imagino que sería por aquello de la Semana Santa, que
teníamos, vosotros y el vecino que llevo dentro, que desconectar estos cuatro días,
para que no os sintáis pertenecientes, en cierta manera, a una secta, y quizás
como esas parejas reñidas, para que el reencuentro siempre sea especial.
Para entrar en materia he de decir que todos aquellos
cotillas, dicho con todo cariño, que quieran enterarse de los pasos del vecino
durante esta Semana Santa se van a sentir decepcionados, porque no voy a soltar
prenda. No ha habido nada especial, pero ocurre que más de uno de mis lectores
se ha puesto en contacto conmigo, diciéndome que no creían nada de lo escrito
los últimos días, de que iba a vestirme de Nazareno y “procesionar”, verbo inventado últimamente, por lo que prefiero que,
en ese caso, cada uno se invente mi historia en esos cuatro días, en realidad
tres sin post, porque seguro que será más divertido, o ameno, que la realidad
misma.
De todos modos siempre conviene crear un poco de misterio
entre el escritor y sus lectores, como ocurría antiguamente entre las estrellas
de cine y los espectadores. En cuanto nos dimos cuenta de que en realidad los
actores, por muy americanos que fueran, estaban hechos de la misma materia que
el común de los mortales, se perdió el glamour. Imaginarnos, por ejemplo, a un
Gary Cooper en un mingitorio público acababa de todas todas con la aureola de “un
solo ante el peligro”.
Por el contrario, a Agatha Christie siempre le siguió un halo
de misterio, no solo por sus novelas, sino por aquellos días (tres semanas
exactamente) que estuvo desaparecida, y de las que nunca quiso revelar su
verdadero paradero, porque normalmente la verdad siempre desinfla una buena
historia.
En el fondo cuando leemos a alguien siempre queremos dos
cosas:
Que nos sorprendan, y que no nos digan la verdad, porque
ésta siempre es o triste o aburrida. En realidad, todo lector lleva dentro un
amante en potencia que siempre pide que le digan lo guapo que es y lo enamorado
que están de él, o de ella.
*FOTO: DE LA RED