Ayer
se cumplieron diez años de la muerte de Gregory Peck, uno de los actores favoritos de este vecino del mundo, de esos a los que no adivinabas el esfuerzo por
interpretar, y que ponía su cuerpo y su saber hacer en busca de un
personaje, y no al revés.
Lo
bueno de los actores de hornadas anteriores, es que no conocías
prácticamente nada de su vida, por lo que el actor, por decirlo de
alguna manera, llegaba “virgen” de información sobre sus
avatares, defectos y virtudes, a un público que solo relacionaba ese
nombre al de anteriores películas que había visto de él, o de
ella. Como mucho, te podías enterar de que una estrella, que es como
realmente se les consideraba, había contraído matrimonio, como se
decía muy formalmente, con otra. Además, te enterabas de repente.
No sabías ni de amores anteriores, ni cuanto llevaban juntos, los
ahora matrimonio; política de hechos consumados.
Quizás,
la naturaleza es sabia, y cada actor/actriz tienen su personaje y su
época. El capitán Ahab de Moby-Dick, o el Señor Atticus, de
Matar a un ruiseñor, son personajes de honor, valor y
auto-inmolación por un sueño o por una causa que se siente como
justa y propia. Ahora en un mundo en lo que lo normal es ser friqui,
lo cual ya es una contradicción en el sentido estricto del concepto,
serían mirados como cándidos y pasados de moda, pues tienen unos
valores que, tristemente, ya no se entienden.
El
Señor Atticus sería ahora una especie de Baltasar Garzón, por
supuesto que salvando las distancias, sobre todo las que ha tenido
que recorrer este último como consecuencia de no poder ejercer su
carrera profesional en España, y que curiosamente se le trata
mejor, porque peor es imposible, en el extranjero que en su propio
país.
Ahora, normalmente nos movemos por dinero, y no por un ideal, a no ser que
éste sea conseguir el poder, y consiguientemente luego, el dinero
otra vez; ni por amores virginales, como el de “Vacaciones en
Roma”, donde ahora todo lo que veríamos en esa película, es un
intento de braguetazo, y dar el pelotazo de su vida, quedando sin
entenderse el amor por el mero hecho de amar. Y quizás así nos
luzca el pelo a todos, y eso a los que aún tienen, porque a
otros..., así nos va.
*FOTO: DE LA RED
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