Vas
por la calle y cruzas una mirada. Es una especie de pudo y no pudo
ser. Quizás, una invitación a entrar, o meramente un amago de
camino.
Vas
por la calle y te corta el paso un niño con prisa. Tu fuiste un niño
también, y corrías como él, reías como él. No te ha dado tiempo
a mirarle la cara. A lo mejor eras tú, en una especie de vidas
paralelas, en la que das la paga a un niño que eres tú también, y
cuando seas mayor darás la paga tu también a otro niño, que serás
tú también, aunque ya no recuerdes aquello, porque la niñez te
queda lejana, todo te va quedando más que lejano fuera del área de
importancia que le das a tus cosas, porque ya son o tus cosas o las
de los demás.
Te
levantas de la silla, como si fuera tu primera vez, como si fuera tu
última vez, y no sabes si eres la misma persona que hace un rato
veía almendros en flor en el jardín del ayer, y no sabes si es ayer
o es hoy, y el mañana ya no te importa, si es que hay un mañana,
porque el ayer lo recuerdas en un hoy que estás viviendo
constantemente en un eterno duermevela ante un mañana que conoces de
oídas, pero que solo reconocerás como el hoy de cada día.
Vas
por la calle y aparentemente has llegado a la plaza del pueblo. Solo
ves la fuente porque el sol te deslumbra. Vas a beber del caño de
siempre, el agua de siempre, ese agua que te saciaba tras el partido
de fútbol, ese partido de fútbol de todos los días, ante un cartel
que prohíbe jugar a fútbol bajo multa de treinta pesetas.
Ya
no hay pesetas, pero hay recuerdos de pesetas, la bonita rubia. Y hay
recuerdos de rubias, con más y menos curvas. Pero sobre todo hay
recuerdos, que son una especie de eco de lo que fue, y mapa para
futuras acciones, buenas y malas.
Vas
por la calle, y te cruzas con un viejo. Porque si tu eres niño a él
le consideras viejo. Solo llamarás “anciano” cuando hayas
crecido, y habrás comprendido también que aquello a lo que antes
llamabas árbol, ahora llamas almendro, esté o no en flor. Porque
el almendro está en flor, y tú, estas en la calle, y te sientes
viejo, aunque seas o no anciano.
*FOTO: DE LA RED
Vas por la calle,
ResponderEliminary el transeúnte de enfrente, husmea en tu cara
con los ojos de un extranjero en las líneas de expresión.
Hay días, que sin darle la vuelta, te parece andar sin sombra,
y no es que sea mediodía en tu reloj.
Hay una figura proyectada en un cristal,
y miras con atención distraída, y vista mermada,
diligente por llegar a tiempo a ninguna cita.
Hay días, que que vas por la calle,
pero al volver eres el figurante que menos destacó
en la película de todos los días.
Y llegas a casa sin saber que "andaste",
a no ser por el cansancio de tus extremidades.
- Aunque se lee kafkiano, sirve para guardar la distancia de seguridad cuando es necesario.
Un abrazo.
Juan Manuel.
Espero no pillarte con las defensas bajas, again. :)
ResponderEliminarJuan Manuel.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarPara: Juan Manuel
ResponderEliminarHay días que para ir a la calle te pones un disfraz, y hoy era el de Kafka, Franz para los amigos.
Un abrazo.
(El anterior mensaje lo he eliminado por contener una errata, y cuando se pueden evitar las erratas, se evitan.)