Como
sus personajes, nunca quiso dar clases magistrales, aunque sus
interpretaciones siempre lo fueron. Estaba hecho de una materia
que solo podía ser moldeada por los sentimientos.
De
las obras de teatro de aficionados en Donosti, que en realidad fue la
base de todo su posterior trabajo, pasó a finales de los cincuenta a
intentar abrirse camino como actor en Madrid, primero en teatro, y
ayudándose del mundo del doblaje para ganar sus primeras pesetas y
en algunas intervenciones televisivas, poco a poco en el mundo del
cine.
En
su primera incursión cinematográfica, “Atraco a las tres”, ya
dio la talla de lo que se podía esperar de él.
Nos
hizo creer que las suecas se volvían locas por sus huesos, y había
que ser gran actor para ello, y que era el español medio de mediados
de los sesenta/setenta. Es la denominada etapa del landismo. Y de
personajes nada serios en historias nada serias, pasó a hacer
papeles importantes durante la llamada transición. Películas como
“El puente”, de Juan Antonio Bardem y sobre todo las de José Luis Garci, “El crack” y su continuación “El crack 2”,
en el papel de Germán Areta, en el que utilizaba su segundo apellido
como nombre del personaje, nos hicieron creer en un nuevo Bogart,
esta vez, y como siempre en Landa, “a la española”. Quien antes
nos hizo reír, y casi sentir vergüenza ajena por las situaciones de
sus personajes, se convirtió en adalid de la protesta que de una u
otra manera todos íbamos sintiendo a finales de los
setenta/principios de los ochenta.
Ha
sido, y siempre será para nosotros, un actor que nadie creía que
actuaba de lo bien que lo hacía.
Puntales
en su carrera han sido películas como El bosque animado, La
vaquilla, y Los santos inocentes, trabajo por el que recibió el premio al
mejor actor en Cannes, ex aequo con Paco Rabal, en 1984. Sin embargo, uno de sus triunfos fue conseguir que con su apellido se definiera a un tipo de cine del que
él fue su máximo exponente,
Para
este vecino, un gran papel suyo, en una interpretación valiente, y en
una película que no es de las más conocidas, es “Sinatra”,
una cinta de cine alternativo, dirigida por Francesc Betriu.
También
aprovechó el filón de la televisión, y aunque le tentaron en
numerosas ocasiones, cuidó al máximo sus intervenciones, y para
este vecino del mundo su mejor trabajo fue en la serie “Tristeza de amor” en
1986, en la que encarnaba a un periodista encargado de un programa de
radio en su franja nocturna.
Este
vecino ha decidido titular este pequeño recuerdo como “Alfredo El
Grande”, las mismas palabras que él permitió para el libro con su
biografía, señal de que a él le agradaba.
Se nos ha ido en la peor época para el cine español. Y desde el fondo de mi corazón, quiero creer que no nos ha abandonado, sino que simplemente, como todo buen actor que se precie, ha
hecho mutis
por el foro.
Descanse en paz nuestro Alfredo Landa, con quien conseguimos creer que nosotros también podíamos ser héroes, aunque fuera por un solo día.
A media tarde, la luz de mi corazón cinéfilo se ha fundido a negro, y esta vez es para siempre.
*FOTO: DE LA RED
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