Me
acabo de levantar después de unas cuantas horas de sueño reparador
y la vida parece que se ve de otra manera.
El
problema de la mayoría de los españoles va a ser que dormimos poco,
muy intensamente, pero muy pocas horas. Sería necesario establecer
un decretazo que obligara a todos los habitantes del Reino de España
a dormir un mínimo de diez horas diarias, y estoy seguro de que
muchos de los problemas, sino desaparecerían sí se aliviarían.
Toda
esta gente que sale por la tele poniéndose verdes los unos a los
otros, de chupa de dómine se decía antiguamente, lo que
necesitan es más colchón. Si antes de pasar por cualquier programa
de corazón, les impusieran por contrato dormir de diez a doce horas,
saldrían, en vez de haciendo declaraciones rompedoras, contando
chistes. Nos íbamos a tronchar con la Patiño contando un chiste a
lo Chiquito de la Calzada.
Incluso
en el mundo de la política todos tienen cara de falta de sueño.
El
Señor Rajoy para llevar sus ojeras necesita a dos o tres
subsecretarios de no sé qué. Y todo ésto no viene de ahora.
El
mismo Tejero, en las imágenes del intento de golpe de estado, hace
ya treinta y dos años, está claro de que no había visto una cama
en días, con el agravante de que los colchones de antes no era ni de
Mónaco, que por eso me imagino que Alberto va siempre tranquilo y
descansado, ni el de aloe vera se había inventado todavía.
Y
con respecto a la política exterior, más de lo mismo. La misma
Merkel, en Semana Santa, se toma unos días de vacaciones con su
marido, y aunque llevaba la misma ropa, sino no la hubiéramos
reconocido, su expresión no era la misma. Si os fijáis bien en las
imágenes de esos días, Doña Angela lleva cara mezcla de amnesia y
de sorpresa. Sabe que se le olvida algo, y que ve la vida en ese
momento de otra manera, una vida más luminosa. Sin embargo, la cara
de su marido es diferente, cara de preocupación. Y es normal, porque
está pensando que cuando se acuerde su mujer de todos sus problemas,
ya la han vuelto a liar.
En
todas las películas que se rodaban en la España de los sesenta,
aquellas historias de vaqueros, que más tarde las denominaron
spaguetti western, tenían todas un punto en común. Siempre había
un personaje que era el más despreocupado, y era el mejicano de
turno que estaba dormido por todos lados, y es que en el desierto de
Almería hacía mucho calor. Mientras todos se mataban por un poco de
oro, ese mejicano vivía feliz a la sombra y echándose al coleto un
poco de tequila. Sin olvidar que los indios siempre fumaban la pipa
de la paz recostados, y es que es la mejor posición para pensar y
decidir.
Ahora
vamos de un lado para otro como locos, y dejamos todo el día
desatendido ese colchón que nos costó una buena pasta, y si
seguimos las indicaciones de cambiarlo cada diez años, no habremos
dormido en él, ni seis meses seguidos. Es el timo perfecto en una
sociedad que no mira en el sentido que debería hacerlo. Hay que ver
todo desde un punto de vista horizontal, porque desde el vertical, lo
único que se siente es vértigo.
*FOTO: DE LA RED
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