Ayer haciendo uno de los gestos aprendidos en el siglo
XX, el zapping, redescubrí a todo un actorazo como lo es José
Sacristán.
Muchas veces olvidamos que hay vida detrás de la pequeña
pantalla, aunque ésta sea de cuarenta y dos pulgadas, o más, y gente
como el Señor Sacristán que lleva el veneno de los “cómicos” infectando
irremisiblemente su sangre, y una larguísima carrera profesional, sigue
viviendo, aunque nosotros apaguemos
nuestro aparato receptor, y no deseemos que nos cuenten “más películas”.
A este vecino le vino a la mente la triste historia
contada en “Viaje a ninguna parte”, en la que Sacristán precisamente es uno
de los protagonistas, y que viene a ser la parábola de la vida de un actor. La
diferencia entre la realidad y la ficción, y la triste diferencia de rodar una
película o montarse una película sobre la vida misma.
Estamos cansados de volver a acordarnos de grandes
figuras de la escena en el momento de su fallecimiento, y que no habíamos
vuelto a saber nada más de ellos durante muchos años. Lo cual no significa
necesariamente que no hayan seguido trabajando en su terreno profesional, sino
que las luces que enfocan la actualidad diaria, enfocaban hacia otro lado, no
necesariamente mejor.
Y la actuación, salvo excepciones, no es un arte que se
almacene, como puede ser la pintura por ejemplo, sino que se escribe y muere en
el aire. Los gestos, la voz, vienen y van. Nacen y mueren en un instante. Aquí
sí que se puede decir eso de “en un abrir y cerrar de ojos”, los mismos para
los que nacieron, los ojos del espectador.
Por todo eso es una pena que maestros como Don José
Sacristán, se prodiguen delante de nuestros ojos tan poco. Quizás en este caso
sea porque ya esté más allá del bien y del mal, y haya llegado a la conclusión
de que él y su familia, deban de ser los principales actores y espectadores de
sus propias andanzas. Sabe, sin ningún género de dudas, de que ya no le queda
nada por demostrar a nadie. Por eso, muy de vez en cuando, nos sigue perfumando
con preciadas gotas del tarro de sus esencias, no para que nos acordemos de él,
que seguro que no lo necesita, sino para hacernos ver, con sus magníficas
interpretaciones, lo bien que nos conoce, lo bien que conoce al hombre.
*FOTO: DE LA RED
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