Los lectores de este blog ya saben que este vecino
normalmente no habla sobre deportes en general, pero sí lo hace sobre algo que se pueda
producir lindante a ellos.
Ayer durante el partido Real Sociedad – Barcelona,
partido de vuelta de las semifinales de la Copa del Rey, durante la segunda
parte, el entrenador realista Jagoba Arrasate echó mano varias veces al escudo
que llevaba en el pecho .
El partido en realidad ya venía “calentito” por lo
ocurrido en la ida en Barcelona, ya que el árbitro no pitó un “flagrante”
penalti en contra del equipo catalán.
Lo triste del caso es que este vecino está seguro de que
ayer se unió en los gestos del bueno de Jagoba, la impotencia y el orgullo, y es una mezcla que no es buena
consejera.
Al final, de los tres goles encajados en la eliminatoria,
se mire como se mire, uno fue “culpa” del árbitro, y los otros dos fallos
nuestros, porque no hay que olvidar que el gol de Messi ayer fue servido en pase limpio y al pie por uno de nuestros jugadores.
Como dijo el fabulista griego Esopo: Nuestro carácter nos hace
meternos en problemas, pero es nuestro orgullo el que nos mantiene en ellos.
Y aunque la altura de miras de este vecino no le viene de
sus estudios, sino de la atalaya desde la que observa, si sabe aquello de que “Oveja
que bala bocado que pierde” y ayer
el Señor Arrasate pasó algunos momentos lamiéndose sus propias heridas,
en forma de “mano al escudo” en lugar de seguir dando órdenes a sus jugadores.
Bastante hacemos con las mimbres del equipo que tenemos, pero en algo se debe de notar la diferencia de presupuestos, en una lucha entre
David y Goliat, y las gestas para ganar al gigante siempre vienen con
cuentagotas.
El
orgullo no hay que mostrarlo en forma de escudo sino
que tiene que ser la gasolina que haga rugir el motor del equipo cada día que
sale al campo, y hay muchos días que sale apático. Y lo mismo se puede decir de
la grada, porque no se puede negar que jugar como equipo contrario, e incluso
arbitrar en Anoeta es bastante fácil, porque somos muy fríos, y normalmente, lo
de ayer fue una bendita excepción, solo animamos cuando vamos ganando, y eso en
una competición ya es un tanto a favor del contrario.
Ya lo dijo hace muchos años Voltaire “ Aquel
que es demasiado pequeño tiene un orgullo grande”. Y este vecino quiere que la grandeza de su
equipo esté en sus genes, en su ADN, y luche como si cada balón fuera el
último. Los éxitos, como el balón, vendrán
rodados.
*FOTO: DE LA RED
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