Este vecino del mundo siempre ha tenido claro el
disfrazar ciertos aspectos de su vida por aquello de nadar y guardar la ropa.
Pero hay momentos, como el presente, en el que si uno no se moja, no sería fiel consigo
mismo, y no podría miraros a la cara, aunque fuera metafóricamente.
Desde hace nueve días que no os he rendido cuentas, que
en cierta manera, es lo que significa escribiros un post. Y todo lo que ha
ocurrido se puede resumir en una verdad verdadera: Ha fallecido mi madre. Y
claro, aunque a uno ya la gente joven le habla de usted, quizás para que no se
le ocurra intentar hacerse “amiguete” de ellos por demodé más que por respeto, sigue siendo, aunque disfrazado con muchos años sobre su piel, el niño aquel que en los comienzos de los sesenta pedía mirando
hacia las nubes de Elgóibar, más que al cielo de los cristianos, que no le
faltara su madre, porque no sabría si podría sobrevivir.
Doña Amalia, nos ha dejado a mi hermana y a este servidor,
a los noventa años. Y como alguien dijo alguna vez, ya sabemos que morir, al
protagonista del suceso, nunca le viene bien, pero tenemos asumido que es ley de
vida. Y el día a día, lustro a lustro, y década a década, puede actuar en el
mejor de los casos como otro tipo de anestesia, que te puede aturullar y desear
bajarte de este tiovivo, al que la mayoría de las veces llamamos vida.
Aquellas mujeres, como Doña Amalia, que además fue una de la niñas de la guerra
civil que fue enviada a Francia en uno de aquellos barcos, siempre han tenido un
mucho de modernas, o de lo que ahora se conoce como “ir a su bola”. De querer
que estuvieran con la pata quebrada y en casa, han pasado a tener que lidiar
con todo tipo de cambio de costumbres, siempre mirando más hacia adelante para
evitar posibles futuros accidentes familiares, que mirar hacia atrás, ya que el
arrepentimiento nunca ha sido una opción.
Mi hermana y este vecino del mundo pueden tomar ahora su vida como una pareja de huérfanos
tardíos, o que tienen la suerte de que alguien muy importante para ellos, la
más importante, vela por su seguridad desde la mejor de las torres.
Aunque ha fallecido en tierras alicantinas, este sábado
pasado hemos celebrado su funeral en Elgóibar, y por mucho que creas que tienes
todo controlado, la vida y su ausencia siempre se abren paso. Y el saludar a
todos los familiares y amistades que pudieron acudir debido a la edad que
alcanzó, más que convertirse en un resumen de su vida, se convirtió en un
resumen de las nuestras, de mi hermana y un servidor. De hecho, en un momento
dado me acordé de aquel programa televisivo de los sesenta llamado “Esta es su
vida”, con un siempre recordado Federico Gallo como prototipo de presentador de
la época, y que en poco más de una hora, hacía un resumen de la vida de un famoso, mediante
unos invitados al que al comienzo mucha veces el protagonista apenas recordaba.
Tras terminar el funeral, y al ir saliendo de la Iglesia, un grupo de caras que ibas redescubriendo mezcladas con una borrachera de
sentimientos nos hicieron desempolvar unos momentos que creías habías olvidado, pero que siguen allí como el primer día. Ha sido lo mejor de unos momentos que
no hubieras querido vivir.
Muchas gracias a todos los que fueron, y a los que no
pudieron ir, pero que aunque tan sólo por unos momentos se acordaron de nuestra
madre.
Desde mañana habrá otras historias que provocarán otras
entradas en el blog, hoy terminaremos diciendo:
Descanse en paz Doña Amalia Ruiz-Poveda Rodríguez.
*FOTO: DE LA RED