He llegado a la conclusión de que Dios existe, siempre
que sea verdad eso de que está en todas partes. Y hoy por hoy
está claro de que Dios es Martín Berasategui. No desperdicia una oportunidad.
Lo último es el anuncio de “Campofrío” de este año. Hablar no habla, pero está
allí, como Alfred Hitchcock en sus películas.
Lo que ocurre es que este vecino todavía se acuerda de
una frase que aprendió cuando estudiaba inglés: “Practice makes perfect”.
Algo así como que la práctica hace la perfección,
y últimamente no parece que entre estrellas Michelín, inauguraciones
varias, programas de radio, y todo tipo de apariciones, no precisamente religiosas,
practique mucho la cocina.
Ya sabemos que él tiene mucho “garrote”, más que el rey
de bastos, palabra que utiliza para todo, y que siempre ha dicho que lo único
que busca es la felicidad para sus comensales, y al menos está claro que la
suya sí la ha encontrado. Este vecino debe pecar de inocente, pero siempre
había pensado de que se pone un negocio para intentar ganar dinero, pero está
claro que debo de estar equivocado.
De todos es sabido, al menos eso se dice, que entre el amor y el odio solo hay
un paso, y este vecino del mundo cree que existe ese mismo paso entre
Dios y el hombre del saco, y últimamente tengo problemas a la hora de
meterme a la cama y apagar la luz. Y es que estoy convencido de que en
cualquier momento el Señor Berasategui va a aparecer emboscado tras las mantas,
y me va a ofrecer alguna tisana de exquisitas hierbas para que pueda
dormir felizmente, y cuando me descuide me pega con su garrote en la cabeza.
El otro día soñé con Martín Berasategui, espero que La
Nuri, mi sufrida, me perdone esta infelicidad, porque yo no me la voy a
perdonar nunca, y mientras se me acercaba con esa sonrisa congelada que siempre
lleva, pura contradicción con esa doctrina de comida fresca y del día que
siempre proclama, observé que sus ojos se encendían con un color rojo estremecedor, y en sus
pupilas aparecía claramente el signo del dólar. Y no sé por qué pero me
desperté temblando y pensando en las calderas de Pedro Botero. Espero que Dios
Berasategui me perdone, porque yo no lo voy a poder hacer nunca.
*FOTO: DE LA RED