Ayer fue el día. Uno de esos
días que incluso dudas que lleguen porque estás convencido de que sólo forma
parte del mundo de la utopía.
Fue mi cumpleaños, y presenté
los papeles de la jubilación.
Como si hubiera ingresado en
la categoría de héroes del cómic, me he autonombrado “jubilata de hojalata”,
por aquello de que la materia ósea se va deteriorando con los años; en los
héroes y antihéroes del cómic, va “mutando”, y uno ya no está para bailar claqué, sino solo para tararear la melodía, pero con muchas ganas.
Normalmente, este vecino del
mundo es bastante frío en cuanto a
cumplir años; nunca ha tenido crisis de identidad, con la monetaria ha sido más que suficiente. Sin embargo ayer, y sin hacer grandes alharacas, lo vivió muy
intensamente. Con la certeza de que ese día ya no volverá, y de que “me quiten lo bailao”.
Este vecino, este jubilado
de hojalata sólo por esta vez, se siente más como un hijo de Don Quijote, que
como un mutante americano. Sin creer a los que le rodean, especialmente si son
políticos; porque tiene la esperanza de que el mundo es mejor de lo que
reflejan los periódicos, y mucho peor que el resumen anual que nos vende
nuestro “Rey de Reyes” en plena “Nochebuena”.
Entro ya en un mundo
de interrogaciones, de futuribles. Eso sí, estoy seguro de una cosa: que el que
va a mandar soy yo en el joystick de mi vida, para que el viaje sea lo más
largo posible y, lo más importante, en las mejores condiciones para mí y los
que me rodean.
Uno no quiere llegar
a ser un problema, pero sí vivir lo máximo posible en la mejor de las
condiciones. Y eso se trabaja cada día mentalmente, por supuesto que junto con un alto porcentaje de suerte.
¡Seamos realistas! Me veo más mirando de
reojo a una de dieciocho que cuidando a un nieto. ¿No es políticamente
correcto? Ya lo sé, pero también me duermo, no lo puedo negar, con los
documentales de la Dos.
Y es que en España
siempre hemos sido más de lo que queremos ser, que de lo que somos. Somos esplendidos
en las distancias cortas, pero en las largas, siempre paga el último, y
procuras, solo procuras, no serlo tú.
Ayer comenzó el resto
de mi vida, y para variar, llámenlo egoísmo o “últimas voluntades”, prefiero recibir a dar. Más que nada, para variar.
*FOTO: DE LA RED
*FOTO: DE LA RED