Y de pronto, hacia el final
del verano, un día, recibes una llamada telefónica, que te despierta del
pasado, de una especie de letargo por auto-hipnosis.
Estabas convencido de que
las heridas habían curado, pero a las primeras de cambio, te das cuenta de que
todavía supuran; y que si hay sanación, aún no es el momento.
No tienes ganas de volver a
sufrir, no una decepción, sino un torrente de ellas, pero sabes que si mantienes
la comunicación, esa voz te volverá a convencer. Y no hablamos de amor, no,
sino de la vida diaria. Y no quieres. Tampoco quieres hacer una guerra, porque
el botín, si lo hubiera, no merece la pena. Solo quieres olvidar, pero ese
pasado vuelve en forma de llamada. Has cogido el teléfono porque no sabías
quién era, aunque detrás de cada llamada que has ido recibiendo desde entonces
siempre había una interrogación, prevención, porque el gato escaldado del agua huye.
Y tú solo tienes una vida, y llena de cicatrices.
Hay llamadas traicioneras,
hay personas traicioneras, que te señalan a un punto del infinito mientras te
roban tu confianza. Si la crisis en un momento dado te abofeteó la vida, por qué no
te alejó también las malas compañías. No es una pregunta, es un deseo.
Si el otoño llama a la puerta, habrá que barrer esas hojas caídas que se cuelan en tu vida. Y quizás
sea el momento ahora, algún día tenía que ser, de poner en orden tu paisaje
interior y exterior, y unir los puntos suspensivos que tu pasado dejó, para crear
las bases del puente de tu futuro.
Hay días que no estás para
nada, y vidas que no están para seguir compartiendo con personas que no te
hacen ningún bien. No es lo mismo que te despeinen, se supone que amigablemente
entre colegas, con veinte años, a que con sesenta te quieran seguir pasando la
bayeta por tu calva. Uno ya no está ni para dar, nunca le ha gustado, ni para
que le den jabón, porque en cuento te descuidas puedes partirte el alma con
esas amistades resbaladizas.
Lo bueno que tiene, si lo hay, que te
pongan entre la espada y la pared es que solo puedes ir hacia adelante, aunque
duela. Ha llegado el día.
*FOTO: DE LA RED, Y F.E. PEREZ RUIZ-POVEDA