Cualquiera que practique un arte, aunque sea simplemente
como hobby, me entenderá cuando digo que hay
momentos en que a la obra en potencia, que
tienes entre manos, no le ves salida, una terminación que te guste.
Te has
quedado atascado, te gusta lo que ves, pero no cómo terminarlo. Y como al menos a este vecino del mundo le gusta pintar varios cuadros a la vez, vas dando
preferencia a otros, y ese, el de la indecisión, se va quedando en una especie de limbo.
Tanto en escribir como en pintar, de los cuales en ambos
me considero como mero aprendiz, es muy importante el saber dar algo por terminado. Y en el caso
del cuadro que acompaña a este texto, ha
estado inacabado unos veinte años más o menos. Lo he tenido colgado en mi casa,
y yo sólo sabía que estaba inacabado, y que tarde o temprano, él y yo, teníamos
algo pendiente.
Que no me pregunte nadie por qué ha sido ahora el
momento, porque no lo sé, pero hay algo que te lo indica, y estos días lo he
sentido. Ha sido una sensación como que el cuadro (una vista general de las
casas viejas, muchas de ellas ya no existen, al menos con esa apariencia, junto al río Deva, en
Elgóibar) tenía un candado que me impedía acceder a él. Y estos días, al
parecer, he encontrado la llave, y he obtenido con su conclusión una sensación
de tranquilidad, de deber cumplido, al mismo tiempo que he vaciado, y cerrado, ese limbo que una vez creé.
De todas las maneras, la sensación que he
tenido con este cuadro durante todos estos años, ha sido cuando menos singular. Porque a este vecino
del mundo, cuando termina algo, le ocurre incluso con los textos de este blog, que al volverlos a leer, o contemplarlos en el caso de los cuadros, al cabo
de un tiempo, no los siente para nada como suyos. Es una sensación, como ya he
dicho, muy extraña, porque en muchos casos, recuerdo hasta el momento que los
realicé, pero de ahí no pasa. Sin embargo, con este cuadro ha habido una
especie de cordón umbilical no cortado.
Es curioso, porque ahora que lo pienso, cada vez que me
paraba frente a él en la pared en que estaba colgado, en realidad tenía la
sensación de que era él el que me ponía caras de interrogación y de esperanza.
Quizás, en el fondo, ha habido un exceso de
responsabilidad mal entendida ante un paisaje de mi niñez que siempre me
deslumbró. Tal vez ha sido como pintar un recuerdo; y ya se sabe, que los
recuerdos conviene no "menearlos", porque siempre están bien como están, y quizás
por eso los recordamos.
Los recuerdos siempre vienen con el Photoshop incorporado,
para bien o para mal, es lo que hace que se quede fijo en tu mente, y no se
pierda en el desierto del olvido.
*CUADRO: "ELGOIBAR, CASAS VIEJAS JUNTO AL RÍO", DE PATXIPE.