Esta tarde han llamado a la puerta de casa, y tenía el
convencimiento, o quizás el deseo oculto de que fuera el Pequeño Nicolás.
Pensareis que no es posible porque este vecino del mundo no es suficientemente
importante para que él apareciera intentando hacer cualquier tipo de negocio.
Mi pensamiento no iba por ese lado. Estaba totalmente
convencido de que iba a llamar a la puerta pidiendo un aguinaldo por habernos “amenizado”
estos dos últimos meses del año mientras veíamos cómo el gobierno se ponía
cada vez más nervioso.
Y es que tenemos unos mandatarios que si llegan a poner
un circo, los enanos seguro que al final acababan jugando en la N.B.A.
Tenemos un país de traca, en el que un niño (porque si a
los hijos, con más de veinte años, de los famosos la prensa del corazón todavía
les llama así, él también se lo merece) está poniendo negro sobre blanco el
país chanchullero en el que vivimos, o al menos intentamos sobrevivir.
Si el día de Nochevieja hubiera que ponerle cara al año
que se va, el 2014 sin duda llevaría la cara de Francisco Nicolás, con aroma de
corrupción, pero sin simulación en
diferido, sino en directo, como hay que hacer las cosas, de una vez.
Y si tuviéramos que elegir un aparato, utensilio,
electrodoméstico, o similar que sirviera para resumir gran parte de lo
ocurrido, sin duda éste sería una
televisión de plasma detrás de la que se ha escondido más de una vez el Señor
Rajoy. ¿Cobarde? No tanto. ¿Perdido? Sin duda sabiendo el lugar al que quiere
llegar, y llevarnos a nosotros al huerto.
En realidad, Rajoy ha jugado a poner cara, este año y los
anteriores, de que tenía que hacer lo que no quería. Siempre la culpa ha sido
del Zapatero de turno, o incluso del maestro armero, pero nunca suya o de los
suyos.
Y ha dejado España como un erial, y con la ley que se ha aprobado hoy,
esa denominada “ley mordaza” (otra vez es nuestra culpa por portarnos mal, y no
sonreír al gobierno), están endureciendo al máximo las riendas de un caballo
que según ellos quería desbocarse, y en realidad lo único que nuestro caballo
quería, era trotar a su ritmo y por el camino que quería, y no al "impuesto" (y nunca mejor dicho).
Es triste, muy triste, pero como siga la cosa así, la
única diferencia que va a haber entre la España de los sesenta y la de ahora,
es que las imágenes son en color. Y el gobierno no se da cuenta de que el color
todavía permite distinguir el rojo del azul, y hace tiempo que nos dimos cuenta
de que no necesariamente el color rojo es el del diablo, y que la corrupción se
puede disfrazar con el poder de la legalidad.
Al final solo nos va a quedar la música, como hoy, los
que protestando por la aprobación de la Ley Ciudadana han cantado la “Canción del Pueblo” de Los Miserables. Dentro
de poco, y si seguimos así, solo se podrá silbarla, eso sí, desafinando un
poco, para intentar enmascararla. Porque de “letras” solo nos van a quedar las
que nos ligan a la hipoteca; y las demás, esas letras, que hacen pensar,
estarán prohibidas.
Hoy es mal día para decir eso de que “es el primer día
del resto de nuestra vida”.
*FOTO Y VIDEO: DE LA RED