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jueves, 11 de diciembre de 2014

MORDAZ-A

Esta tarde han llamado a la puerta de casa, y tenía el convencimiento, o quizás el deseo oculto de que fuera el Pequeño Nicolás. Pensareis que no es posible porque este vecino del mundo no es suficientemente importante para que él apareciera intentando hacer cualquier tipo de negocio.
Mi pensamiento no iba por ese lado. Estaba totalmente convencido de que iba a llamar a la puerta pidiendo un aguinaldo por habernos “amenizado” estos dos últimos meses del año mientras veíamos cómo el gobierno se ponía cada vez más nervioso.
Y es que tenemos unos mandatarios que si llegan a poner un circo, los enanos seguro que al final acababan jugando en la N.B.A.
Tenemos un país de traca, en el que un niño (porque si a los hijos, con más de veinte años, de los famosos la prensa del corazón todavía les llama así, él también se lo merece) está poniendo negro sobre blanco el país chanchullero en el que vivimos, o al menos intentamos sobrevivir.
Si el día de Nochevieja hubiera que ponerle cara al año que se va, el 2014 sin duda llevaría la cara de Francisco Nicolás, con aroma de corrupción,  pero sin simulación en diferido, sino en directo, como hay que hacer las cosas, de una vez.
Y si tuviéramos que elegir un aparato, utensilio, electrodoméstico, o similar que sirviera para resumir gran parte de lo ocurrido, sin duda éste sería una televisión de plasma detrás de la que se ha escondido más de una vez el Señor Rajoy. ¿Cobarde? No tanto. ¿Perdido? Sin duda sabiendo el lugar al que quiere llegar, y llevarnos a nosotros al huerto.
En realidad, Rajoy ha jugado a poner cara, este año y los anteriores, de que tenía que hacer lo que no quería. Siempre la culpa ha sido del Zapatero de turno, o incluso del maestro armero, pero nunca suya o de los suyos. 
Y ha dejado España como un erial, y con la ley que se ha aprobado hoy, esa denominada “ley mordaza” (otra vez es nuestra culpa por portarnos mal, y no sonreír al gobierno), están endureciendo al máximo las riendas de un caballo que según ellos quería desbocarse, y en realidad lo único que nuestro caballo quería, era trotar  a su ritmo y por el camino que quería, y no al "impuesto" (y nunca mejor dicho).
Es triste, muy triste, pero como siga la cosa así, la única diferencia que va a haber entre la España de los sesenta y la de ahora, es que las imágenes son en color. Y el gobierno no se da cuenta de que el color todavía permite distinguir el rojo del azul, y hace tiempo que nos dimos cuenta de que no necesariamente el color rojo es el del diablo, y que la corrupción se puede disfrazar con el poder de la legalidad.
Al final solo nos va a quedar la música, como hoy, los que protestando por la aprobación de la Ley Ciudadana han cantado la “Canción del Pueblo” de Los Miserables. Dentro de poco, y si seguimos así, solo se podrá silbarla, eso sí, desafinando un poco, para intentar enmascararla. Porque de “letras” solo nos van a quedar las que nos ligan a la hipoteca; y las demás, esas letras, que hacen pensar, estarán prohibidas.
Hoy es mal día para decir eso de que “es el primer día del resto de nuestra vida”.

*FOTO Y VIDEO: DE LA RED

domingo, 31 de agosto de 2014

LOS MISERABLES, ALGO MÁS QUE UNA SORPRESA

Algunas veces uno piensa que tiene su vida controlada, y ésta, la vida, y sus mensajeros, de vez en cuando te dan bonitas sorpresas. El mensajero de ayer, La Nuri, mi sufrida, que como normalmente se suele decir, me engañó como a un bellaco, y …¡sorpresa!¡sorpresa! Solo faltaba Isabel Gemio, y sinceramente no la eché de menos. Lo que pensaba que iba a ser un paseo por Bilbao, se convirtió en una preciosa velada viendo, y saboreando, el musical “Los Miserables”, en el Palacio Euskalduna.
Si ya se comienza con un regalo sorpresa de la persona que más quieres, digamos, que todo es más fácil para que ese día especial acabe bien, pero el citado musical lo merece.
Este vecino no se quiere referir a este musical, como un espectáculo, porque es, mucho más. Es una obra maestra de principio a fin, porque hay que tener en cuenta que el argumento no es la alegría de la huerta, precisamente. Es un drama, sin anestesia. Se va a sufrir, y lo que se obtienen son lloros diferentes, comprobando la belleza que puede haber en una historia triste.
Más de una escena se convierte en auténtico aguafuerte, con movimiento, pero aguafuerte impresionista (basados en ilustraciones originales del mismísimo Victor Hugo), especialmente porque "impresiona". Como sorprende el comprobar el cariño que se ha puesto por todos aquellos  de los que de una u otra manera depende este montaje.
Los actores, no son conocidos por el gran público, pero son perfectos en su perfección.
Nicolás Martinelli encarnando a Jean Valjean, eficaz en su vertiente de hombre rudo, e inmenso en su lado espiritual, con una voz llena de matices y unos agudos que a este vecino le llegaron a recordar al Luis Mariano de su mejor época.
Ignasi Vidal, “el malo” de la historia, un Javert que no puede comprender que un hombre siempre está a tiempo de escoger el lado bueno. Su presencia en escena, y especialmente su voz de bajo, le hacen el contrapunto perfecto al lado bueno de la historia. Su última escena, por no desvelar más, es impresionante, una mezcla entre una superproducción, y la magia.
Elena Madina, como una delicada Fantine que está para comérsela, y que tiene la suerte de poder cantar el tema estrella de la obra “Soñé una vida”.
Mención a parte merecen las dos jóvenes, ambas excelentes también, pero son el contrapunto la una de la otra: Cosette, interpretado por Talia del Val, con claros registros líricos, y que nos deja en algunos momentos sin respiración por su perfecta ejecución de la obra.
Sin embargo, para este vecino, desde el primer momento “su ojito derecho” es Eponine, encarnado por Lydia Fairén, con una voz melódica en contrapunto a Cosette. 
Eponine no pide amor, solo da, hasta la inmensidad, y a cambio recibe el amor desde la cuarta pared, desde el público, ese mismo que sabe que su amor no lleva a ninguna parte, o sí, tristemente a una…
Cosette es el germen de la mujer moderna, y Lydia Fairén pide a voces un productor que le saque del anonimato, aunque a nosotros nos guste así, solo descubierta para nosotros.
Para terminar con el reparto, no hay que olvidar al dúo cómico, por denominarlo así, que son: Thénarider, con un divertidísimo Armando Pita, y Madame Thénardier, con una Eva Diego, que, en el mejor sentido, se come a todos. Son los personajes más reconocibles de la trama, y los puedes encontrar en cualquier momento en nuestra sociedad actual. Personajes dispuestos a salir a flote aunque siempre naden entre la basura.
Con una producción que no escatima en los últimos adelantos técnicos, incluyendo proyecciones digitales, pero puestos al servicio de la trama, y no al revés.
La obra se puede resumir como una concatenación de actos de amor: Jean Valjean con Fantine, con Cosette, y con el mismísimo malo de la historia; Fantine con Cosette, y ésta con su padre y con Marius. Y, por supuesto, de la parte de producción con el espectador, al que, y visto lo visto, quiere por encima del mero negocio.
Que no os la cuenten, id a verla, no os arrepentiréis.

*FOTO: F.E.PEREZ RUIZ-POVEDA