“…que veinte años no es nada…” y a medida que vas
cumpliendo años, lo que dice este tango se va quedando corto. Quizás al final
somos no muy diferentes a una cebolla, que nos van saliendo capas, no se sabe
muy bien si para protegernos del exterior, o es otra manera de mirarse al
ombligo ir enroscándose sobre sí mismo.
“…que veinte años no es nada…” a lo sumo unas dos
generaciones, lo suficiente para discutir entre ellas, y mientras unos llaman a los otros retrógrados, éstos, creyéndose experimentados
aprenden de sus propios errores. Y es que aquél que esté libre de pecado que
tire la primera piedra.
Hoy parece que este vecino se ha despertado pesimista. Los lectores más observadores se habrán dado cuenta que he dicho “despertado”, porque para “levantarse” tardas toda una
vida, y eso, si lo consigues.
Lo importante quizás sea tener una idea exacta de cómo y
dónde nos encontramos en cada momento de nuestras vidas. Eso, y tener realmente
claro quiénes somos. Porque cuando nacemos, ni tenemos manual de instrucciones,
ni batería de recambio, ni más vidas…pero lo realmente importante, y quizás se
tarde toda una vida en comprender quiénes somos, y si podemos dar un golpe de
timón para cambiar el rumbo de nuestras vidas, ya que lo que se adivina en el
horizonte, allá en ultramar, no nos gusta.
“…que veinte años no es nada…” pero quizás es ya, en el mejor de los casos, lo que
nos queda por vivir, y para cambiar el desenlace de la novela de nuestra vida.
Eso, si se puede elegir, el tipo de libro que pudiera ser nuestra vida. En el
caso de este vecino, siempre ha preferido que fuera una novela, porque siempre
pasan cosas, y no un libro de ensayo donde se juega con quimeras y con
supuestos. Siempre es preferible vivir la vida propia, que emplear tu tiempo en
estudiar la de los demás.
No hace falta ser muy sesudo, para al menos adivinar “…que
veinte años no es nada…” porque ya no te da tiempo ni de terminar de pagar la
hipoteca. Eso, si en su día tu viste suerte, o mala suerte, y te endiñaron una.
*FOTO: DE LA RED