En
estos días de paz y buenos sentimientos suele ser frecuente recibir
visitas o llamadas telefónicas, que bajo la apariencia de buenas intenciones se
encuentra el cotilleo, la envidia e
intentar meter el dedo en el ojo ajeno.
También es verdad que estas visitas o llamadas se pueden
producir en cualquier día del año, sin embargo en estas fechas es más fácil conseguir
que la otra parte esté con la guardia baja.
Esos familiares, que lo son una vez al año, como mucho, y
que llaman deseando mucha felicidad, aprovechan en realidad para ponerse al día, de
todo lo bueno y lo malo que ha podido ocurrirnos durante el año, prestando,
claro está, más atención a todo lo malo, mientras intentan darnos en el morro
con todos los “logros” de sus vástagos y nietos. Y es que tengo unos nietos
guapísimos y rubísimos. ¡Vamos! De anuncio.
Aunque son familiares nuestros, lo son en grado más
directo de nuestros padres, y si éstos todavía viven, no importa que no estén
con nosotros, porque en realidad es que creen que van a recibir más información
de nuestro lado, ya que están seguros que nuestros padres hace mucho tiempo que
saben cómo son, y no les darían carnaza.
Son una especie de auditores de sentimientos o patólogos
de vidas, y que en un santiamén
recuerdan que sigues en el paro, ¿verdad?, en cambio a tus primos les va muy bien.
Además, ahora, que estás separado te lo puedo decir, tu “ex” estaba hecha una
pájara. Por mucho que me lo niegues, o no te diste nunca cuenta, yo estoy
convencida de que le tenía que dar a la botella…
Mientras el cotilleo hecho visita te habla, y come unas
pastas con un poco de vino dulce que le has sacado, te das cuenta de que otro
año que se te ha olvidado, por cierto, de envenenar el vino quinado, y
te haces el firme propósito de que del año que viene no pasa.
Cuando, por fin, se va, y reparas en que te ha puesto de los nervios y
con un enorme dolor de cabeza, te das cuenta de que tu casa no es tan
pequeña, y que ahora sí que te encuentras en el paraíso, con lo mucho o poco que
puedas tener. Porque la mala leche, y la mala onda, como dicen en Sudamérica,
se fue con la visita del quinto jinete del Apocalipsis que te
acaba de abandonar, con la esperanza de que sea para siempre.
*FOTO: DE LA RED