Entre la cantidad de noticias, provenientes especialmente del olimpo londinense, que ha dado este fin de semana, se ha colado como de rondón una noticia que de primeras puede incluso hacernos esbozar una sonrisa, pero tras una segunda lectura nos hace recordar un paisaje quizás perfilado en novelas como “1984” de George Orwell.
Este vecino se refiere al estreno de una aplicación móvil de la compañía «Ferrocarriles de Cataluña» que ha desatado la polémica, ya que el programa permite delatar la presencia de mendigos, a los que divide en tres categorías: músicos ambulantes, vendedores y mendigos en general.
Aunque la noticia no desvela nada más, en primer lugar, sería discutible el concepto que tienen de “mendigo” los programadores de la citada aplicación al incluir en el mismo saco a los músicos ambulantes y a los vendedores.
Siempre el decidir el destino de otra persona es jugar a ser Dios, y más cuando solo tenemos en cuenta el oficio actual de las personas en cuestión. Es como si tras haberle ido mal en la vida a una persona, degradandole, el destino, de arquitecto a mendigo, esta aplicación se encargaría de encontrar su posición, señalandole como gente, cuando menos, problemática.
Por esa regla de tres, se podría permitir, que los empresarios mediante otra aplicación y ayudados del GPS pudieran controlar el ir y venir de cada uno de sus trabajadores. Si lo que se necesita para permitirselo es una razón para ello, ésta se podría encontrar enseguida, como ocurría en su día cuando las “estrellas” del cine español del momento, años setenta, decían que sólo se desnudarían si el guión lo exigiera; y el guión enseguida se encargaba de ello.
Quízás, mucha gente ignore, que al poseer un teléfono de esos de nueva generación, puede ser seguido en todos sus movimientos a través del GPS.
De todas maneras, si el asunto se toma desde un punto de vista peligroso para los “obervados”, siempre pensamos en que los sufridores son las clases menos influyentes. Sin embargo, ¿qué ocurriría si alguien desarrollara una aplicación para controlar, por ejemplo, a los diputados, o a los políticos de una autonomía determinada?
Si alguna vez hubiéramos tenido alguna duda, ésto podría ser la prueba definitiva de que en cierta manera todos podemos ser potencialmente cobayas humanas.
*FOTO: DE LA RED