A mi tía Julia la veo muy de vez en cuando, pues ahora vivimos en diferentes ciudades. Tengo mucho cariño por ella, y decir su nombre es evocar recuerdos de mi más tierna infancia. Por eso el otro día fue una grata sorpresa el recibir su visita junto con la de uno de sus hijos.
Tras hablar mucho tiempo sobre el pasado que nos unía, su hijo le comentó que yo ahora era bloguero. Julio, su hijo, mi primo, se lo dijo con una sonrisa, a sabiendas de que no iba a entender nada. Su rostro mostró un cierto desconcierto interior. Estaba claro que ella entendía que eso, bloguero, era algo malo, y no comprendía la sonrisa de su hijo al decírselo. - Pero..., ¿eso es algo crónico? - me preguntó.
Siguiendo con el equivoco le comenté que de primeras crónico no era, pero que pudiera llegar a ser, porque se puede convertir en vicio, y con los vicios ya se sabe que no te dejan pensar en otra cosa.
-Tía, en este momento lo tengo controlado, y malo sería que empeorara – Se lo dije con cierta sorna, que ella captó al momento, por lo que le aclaré el asunto.
Ya mucho más tranquila, y con cierto nerviosismo por haber sido objeto de una broma, me pidió más información sobre el tema.
Al cabo de un rato, y tras no perder detalle de lo que le contaba me dijo: -Bueno, eso no deja de ser una conversación pero de uno solo. Suerte que tienes de que te dejen hablar sin interrupción, porque en nuestro vecindario, con lo que hablan las otras, meter baza es prácticamente imposible. - Y en sus ojos, al decir ésto, atisbé un cierto rastro mezcla de envidia e ilusión.
Horas más tarde, y hablando con la Nuri, mi sufrida, que en aquellos momentos no estaba en casa, le comentaba que la visión de la tía Julia, no estaba alejada de la realidad, porque ser bloguero es en cierta manera eso, mantener una constante conversación con el lector, que no tiene el poder de interrumpirte mientras expones un tema, pero luego sí puede manifestar su opinión al respecto.
Pensé también, que hubiera sido una broma del destino el haber nacido, por ejemplo, solo cincuenta años antes, y haber perdido esa posibilidad de comunicación; de soltar las preocupaciones que, quizás, a la larga me hubieran originado una enfermedad, esa por la cual mi tía había estado muy preocupada durante unos instantes. Y es que ser bloguero es tumbarse todos los días en el diván de un psicólogo pagado por la actualidad.
*FOTO: DE LA RED