Es la una menos cuarto y voy a casa a comer. Ando con prisa pues por la tarde tengo una agenda muy cargada. Noto que el portal está cerrado. ¡Raro! El portero suele estar hasta la una y si la puerta está cerrada significa que habrá tenido alguna urgencia. Saco las llaves y abro la puerta. Entro dejando la Avenida Isabel II y todo su bullicio detrás.
-¡Joder que raro! Hay un sex-shop en la garita del portero- Luces violeta para un letrero que reza, aunque no creo que en este caso sea el mejor verbo que se pueda escoger, “Big sex”. En la entrada un hombre, metro noventa, de color, pero de color negro, negro. Cabeza modelo bola de billar, sin ningún pelo ni de tonto ni de listo. De smoking y pajarita, presencia impecable. Voy a entrar mientras él hace ademán de cortarme el paso. -Perdone el señor –suena un inconfundible acento caribeño – pero sólo es para miembros… -Bueno, si me tengo que hacer socio, lo hago – le contestó con tono condescendiente. –Si no me corta el señor, le terminaré de decir que es para miembros de más de veinticinco centímetros.
-¡Cojones! Pues tendrán un cliente cada cien años. Alguna estrella del porno despistada.- Mientras pienso todo esto, opto por decirle –Bueno, ya vendré otro día. Es que hoy, aparte de estar deprimido… Tengo prisa para comer.
El maestro de ceremonias en cuestión y con un indudable tono de autosuficiencia, me contesta: -Bueno, pues que le aproveche…, y mucho, para la próxima vez.
Intento entrar en el ascensor pero la puerta está atrancada. Me espera un paseo de cuatro pisos. Tras dos tramos de escaleras, llego al primero. ¡Qué raro! Las cuatro puertas de las cuatro familias que viven en él han deseparecido. En su lugar, un gran almacén chino que ocupa toda la planta. Cámaras de video por todos lados. Apenas hablan castellano, pero por sus ademanes, me están invitando a entrar. Tengo mucha prisa y entre el negrito de abajo y el ascensor me estoy retrasando mucho. Decido dejarlo para mejor ocasión, pero veo que venden de todo, y cuando digo todo, quiero decir hasta coches y camiones. No sé como lo han hecho pero en pocas horas han efectuado la obra y metido todo tipo de objetos incluyendo los vehículos, tan nuevos que aparte del brillo llevan hasta etiqueta.
Venden incluso viajes, con estancias de todo tipo. Lo mejor es que si compras el viaje en avión aquí, no hace falta ni que te traslades al aeropuerto. Sales en aviones unifamiliares puestos por ellos mismos, y que están en una habitación anexa, ellos y los pilotos que viven allí. -Es algo de locos – pienso, mientras me encamino hacia el segundo piso.
Lo mismo que en el primero, han desaparecido las puertas, y en su lugar hay un enorme gimnasio repleto de todo tipo de máquinas. En lo primero que reparo es que la gente que está entrenando en ellos está atada con grilletes plateados a su correspondiente aparato. En otra zona suena estridentemente una canción mientras hay gente que practica el aerobic. Reparo en que hay un equipo de la Cruz Roja atendiendo a un hombre de cierta edad y kilos de más que se ha debido de desmayar. Antes de encaminarme al tercer piso, descubro que hay un comedor dedicado a todo tipo de mejunjes que te cambian la carne fofa por kilómetros de músculos. Huele a sudor etiqueta negra.
Tercer piso. Zona dedicada a la banca. Ofertas de todo tipo para todo tipo de hipotecas. Junto a la banca hay una zona para donar sangre que te la cambian por dinero…, para ir pagando la hipoteca.
Hay también una zona para vender oro. Un letrero donde se indica “No se pregunta por la procedencia de las joyas” En la cola, tres hombres con sacos repletos, camisetas de rayas y antifaz. Me dirijo al cuarto y último piso antes de que llegue la policía.
El cuarto piso está repleto de gente en el descansillo rectangular. Todo lleno de top manta, pero en unos segundos me doy cuenta de que la mercancía es un tanto peculiar. Los compac son de todo tipo de música clásica, y los libros no son best-seller actuales,sino literatura clásica, desde los escritores rusos hasta españoles como Benito Perez Galdos. Sólo veo unos cuantos clientes en potencia. Todos, estudiantes y políticos de cualquier pelaje con cara de venir obligados.
Consigo llegar a mi puerta y saco la llave. Entro y cierro. Enciendo la luz. Menudo sol hace, estoy otra vez delante del portal. Esta vez la puerta está abierta de par en par. Ramón, el portero, me ve desde la garita y me sonríe. Ni rastro del negrito con smoking.
Ayer cené alubias. Aunque la ración era casi de un kilo, siendo alubias de Tolosa nunca pueden sentar mal. No sé que me ha ocurrido, pero al menos todo ha acabado bien…por ahora.
*FOTO: DE LA RED
Hola Patxipe: Tu surrealismo de hoy me ha recordado a que hace muchos año, soñé varias veces con escaleras. Escalera ancha.....los de la derecha subiendo....los de la izquierda bajando.......otra escalera esta desvencijada con peldaños medio rotos, que subía al desván de una amiga de la infancia, en una casa vieja.....otra escalera....luego también el querer llegar a casa y no encontrar la calle....todo cambiado...........
ResponderEliminarBueno Patxipe, pues......esto.
Joxepaximur
Para: joxepasimur
ResponderEliminarMe imagino que en el mundo de los sueños, las escaleras es un tema recurrente, y me imagino que los entendidos tendrán todo tipo de explicaciones.
Recordemos también que en el mundo del teatro, las escaleras se han empleado como método recurrente. No hay que olvidar el primer gran éxito de Antonio Buero Vallejo eh "Historias de una escalera" y todo aquel que tenga sus añitos ya pudo saborearla en aquellos Estudio 1.