Una vez más la realidad supera a la ficción. Ni un grupo de feroces guionistas hambrientos atados a la pata de su mesa sin un bocadillo al que incarle el diente hasta que terminaran de pergeñar una historia farragosa de política, sexo y espionaje informático hubieran podido lograr una trama como la que se ha montado en torno al Señor Assange y el caso Wikileaks.
En primer lugar este vecino del mundo quiere recordar que cuando a todos nosotros nos sacan una foto en nuestra casa queremos que todo esté en orden, al menos, que todo lo que se vea esté limpio y brillante, y Estados Unidos no puede perdonar que el Señor Assange, digamos que ha realizado, o mejor filtrado, un reportaje del lado oscuro del poder americano, y éstos, que son muy suyos no se lo van a perdonar jamás.
A nadie se le escapa que en este caso es muy importante el país que una vez más se ha puesto la toga de repartir justicia, y no es ni Gran Bretaña, ni Suecia, aunque lo parezcan en primera instancia, sino un Estados Unidos, que además no lo olvidemos está en vísperas de elecciones presidenciales.
En cierta manera la historia se repite y si ya hace muchos años a uno de los mafiosos más reconocidos del hampa americano, Al Capone, sólo le pudieron meter en la cárcel, por una multa de tráfico, ahora al Señor Assange le quieren extraditar a Suecia por delitos sexuales, cuando salta a la vista que éso es simplemente la excusa para luego entregarlo al amigo americano. Y eso es muy duro, en el sentido de que cualquier país haría lo inimaginable para salvar la vida de uno de sus ciudadanos. Pensemos sino como reaccionarían los Estados Unidos en el caso de que un ciudadano americano estuviera en peligro en cualquier otro país.
Lo triste de esta historia es que dos de los países más representativos del ideal democrático hayan demostrado a las primeras de turno, la mala leche que llevan dentro con gestos que precisamente son de todo menos democráticos, amenazando con entrar en terreno diplomático ecuatoriano, pasándose por el forro la idea de la igualdad de trato entre todos los países.
Está claro por todo lo que han dicho hasta ahora los políticos británicos que para ellos Ecuador no deja de ser ejemplo de república bananera, olvidando que como ellos, han sido elegidos por su pueblo.
No hace falta ser un vidente para estar convencido de que en este mismo momento la vida del Señor Assange vale muy poco y el camino que tiene que recorrer entre Londres y Ecuador se antoja demasiado largo.
Por último este vecino quiere mencionar al mayor representante de causas perdidas, que no es otro que es el Señor Baltasár Garzón, abogado defensor del Señor Assange, para quien seguro su sueño hubiera sido el poder defender a Jesucristo ante Pilatos, y en su defecto, lo que tiene por delante en este caso tampoco se le queda corto. Es en cierta manera una muestra patente más de otro español que ha tenido que emigrar, aunque a éste los recortes se los hicieron directamente a él.
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