Por aquello de las
casualidades, ha caído en mis manos un disco, concretamente un compact disc,
que muy bien pudiera servir de banda sonora para estos días de nevadas y mal
tiempo. Iba a decir “estupenda” banda sonora, pero esa palabra parece prometer
alegría, y eso precisamente no ofrece este disco.
Este vecino se refiere al
último trabajo, por ahora, de Bob Dylan, que ha creído conveniente
hacer una especie de homenaje a Frank Sinatra, en su último trabajo “Shadows
in the night”.
Ya sabemos de antemano que
no se puede pedir peras a Luis del Olmo, ni que la voz del Señor Dylan se
parezca al Señor Ojos azules, pero quizás lo que se puede echar de menos en
cuestión de calidad de voz se restituya en sentimiento.
Si nadie te advierte a quién
vas a escuchar, creerás estar ante una mezcla entre un Leonard Cohen y un Tom
Waits honrando a Sinatra, o a un Sinatra con un mal despertar.
Para los que tenían dudas, ésta es la prueba de que Bob Dylan siempre ha cantado en inglés, diferente al
que se estudia en las academias, pero inglés al fin. Es de alabar el esfuerzo,
pues le ha tenido que costar, por terminar las frases pronunciando todo lo
pronunciable. En realidad, con el Señor Dylan y Mr. Marlon Brandon siempre he
tenido serias dudas de que hablaran en un inglés real y no fueran una especie
de Chiquito de la Calzada, con idioma propio, con acento pasado a lo Donald
Duck (el Pato Donald, en el original).
No nos vamos a engañar, este
trabajo nunca será la alegría de la huerta, pero tiene su punto, su aquel. El
Señor Dylan lo ha hecho suyo, y eso es de alabar. Un disco ideal para oírlo entre
amigos, no para cantarlo a modo de himnos, sino para jugar con él, y ya desde
el comienzo se van admitiendo apuestas para ver quién es el primero en adivinar
qué tema es, cambiando los arreglos a los que estábamos acostumbrados.
Un trabajo especialmente
dedicado a los que se creen los reyes del mambo, o están en la cresta de la
ola. Deprime bastante, y por eso en ese caso es bueno para poner los pies en el
suelo, y no emprender un vuelo que todos sabemos que terminará con un buen castañazo
de realidad.
Este vecino del mundo está
seguro de que este disco gustará también a esos seguidores de Dylan
recalcitrantes, es como si fuera su cara oculta, como la de la luna, de ahí
quizás “las sombras” a los que alude el título del disco. Un buen motivo para
revisitar a un Sinatra más tranquilo, menos comercial, en el que los amores no
le vienen triunfantes por ser una estrella, sino en el que las frustraciones
son la constante.
Como en España siempre vamos
en lo que en el ambiente ciclista se denominaría “rebufo”, dentro de un tiempo, seguro, hay alguna obra similar. Desde aquí este vecino del mundo quiere
brindar una idea del mismo pelaje, apuntando dos nombres que si a priori parecen
antagónicos, si la idea se volviera de carne y hueso, este vecino desde luego
no se lo perdería:
¿Para cuándo un disco de
Joaquín Sabina con éxitos de Raphael? Pero del Raphael con
el “PH” juvenil, y único, y no ese que ahora canta cualquier tipo de canciones,
“homenajeando” a diestro y siniestro, y colaborando con otros cantantes; que no
me parece mal, pero que no es el Raphael con la PH mayúsculas.
*FOTO: DE LA RED
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