Comenzamos a estar muertos, y ésto no lo dice otro más
que el propio vecino del mundo, cuando
tenemos más incentivos en la otra dimensión, si la hubiere, que en ésta. Y
desde ayer estamos un poco más muertos.
El fallecimiento de Chus Lampreave, como todos la
conocimos, nos deja un poco más solos, dependiendo de nuestras edades, sin esa
otra tía, o abuela, que en algún momento todos hemos tenido la necesidad de
sentir por y con ella.
Vaya por delante que este vecino no quiere hacer un
estudio sobre su vida, obra o premios, sino apuntar a vuela pluma, los
sentimientos que afloran, y muchos, al recordarla.
Su caso es curioso. Mucho más culta, las cosas como son,
de lo que hubiéramos presumido al verla por primera vez, nunca pretendió ser
actriz (estudió Bellas Artes), ni lo fue, y que se entienda ésto. Chus Lampreave,
al menos desde nuestro punto de vista, siempre ha sido un personaje en sí
misma, al que tanto los guionistas como los directores pensaban en ella para
que apareciera en diferentes historias.
Siempre se ha dicho que sólo los niños y los borrachos
dicen la verdad. Hubiera sido justo añadir, “…y Chus Lampreave”. Porque
ella, y me niego a hablar en pasado, siempre suena a verdad. Por eso muchas de
sus apariciones han sido auténticas bombas de relojería, por lo que pudiera
decir por esa boquita, y sobre todo, cuándo. Dotando a sus frases, cualquiera
que fueran, de un sentido totalmente surrealista.
Este vecino siempre recordará a esa portera de Don Pedro Almodóvar,
que no podía decir mentiras porque era testigo de Jehová, y ellos no pueden
decirlas. O esa mujer, de “Espérame en el cielo”, de Antonio
Mercero, que iba al cine para buscar en el “No-do” a su marido, como doble de
Franco, y que cada vez que aparecía el entonces “generalísimo”, ella le decía: “Yo,
también”.
Doña Chus Lampreave, ha sido, y por siempre será, una de
las “Ñ” de nuestro cine; eso que nos diferencia del cine americano, y lo hace inequívocamente
español, con sabor a cocido, o a alubias, pero nunca con aroma al “Actors
Studio”, ni le hacía falta.
Chus, espéranos en el cielo. Nunca podremos olvidarte, ni
queremos. Descansa en paz, y por favor, no le hagas preguntas incomodas a Dios,
que te conocemos.
*FOTO: DE LA RED
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