Hoy
es uno de esos días en que este vecino del mundo debería de llevar colgado del
cuello una señal de advertencia “atención suelo resbaladizo”.
Está
comprobado que al cabo del día son muchas las
personas que se nos acercan viendo en nosotros una especie de ventanilla
de reclamaciones en la que depositar su disconformidad por tal o cual motivo.
Y, hoy, me temo que no es mi mejor día para ejercer de buzón de quejas, porque uno bastante tiene con mantener el chiringuito de su
vida, al menos a la sombra de la popularidad de los que me rodean, o del famoseo.
Más
de una vez pienso en cómo han cambiado las cosas, y no diría que ha sido
para bien, especialmente en las redes sociales.
En estas redes, en Twitter
concretamente, el fariseísmo es más que evidente. No se sabe si se está
buscando al hombre o la mujer perfecto/a. Pero seguro que no representa a la
persona que deseamos ser, sino que creemos que quieren los demás.
Como
en las famosas encuestas. A no ser que seas un suicida en ciernes, o un
cultureta en pleno ataque delirante de “inputs”, nadie, ni sus productores, ve
los documentales de La 2 después de
comer, eso en el supuesto de que los haya. Y ahora, esos que se escudan detrás
de un "nickname" o apodo, se convierten en jueces de lo que se debe o no se debe
de hacer. Y a personas famosas, pero sobre todo, y ahí viene el quid de la
cuestión, personas, se les juzga por lo que han hecho, o han dejado de hacer, e inmediatamente se les otorga una penitencia
que nunca caducará.
Lo de estos días, más que dicho, vociferado
contra personas famosas, y, especialmente, madres como Samanta Villar y Soraya
Arnelas es para más que juzgado de guardia.
La primera tiene derecho a disentir
con el discurso de lo que es una opinsión “consagrada y bendecida” de una madre
primeriza. Y la segunda ha sido condenada, sin derecho a defensa, por tener, al parecer, la criminal idea de ir a cenar
con su marido, al sexto día de haber parido.
Aquí hay algo que no concuerda. En
programas de televisión, en realities, nos gusta que la gente sufra con malos
muy malos, al estilo Aida, y con poligoneras que son verdaderas tiranas, y
luego, en nuestra realidad, ¿somos más de ideas cristianas de los años
cincuenta al estilo del Consultorio de Elena Francis?
Lo dicho, no me voy a separar de mi
señal de “peligro, suelo deslizante”, no por miedo a caerme, sino para evitar debilidades como pergeñar "accidentes" amañados...
*FOTO: DE LA RED
*FOTO: DE LA RED
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