Lo reconozco, soy un cotilla, puede ser quizás como daño colateral a ser gran amante del cine. Procuro que no se me escape nada a mi alrededor, y escruto comportamientos para encontrar ese algo más de los actores secundarios en "mi película". Aunque luego, es muy probable, no me entere de la misa, la media.
Hace tres noches, precisamente
antes de ir a ver la pelí comentada en el post anterior, estaba cenando en un buffet chino con parte de mi familia, y entró un matrimonio joven, se supone, con dos niños, el mayor tendría unos ocho años, y el pequeño, unos cinco.
Me fijé en ellos porque oí a la camarera china que le decía a la mujer, que no eran dos personas, sino
cuatro, a lo que la mujer
respondió que los niños no iban a cenar.
Llámenme mal pensado (que lo
soy, pero yo le llamo experiencia), y una sonrisa irónica debió de aflorar en
mis labios, con la certeza de que íbamos a asistir
a una muestra de nuestra picaresca, y darles de cenar de extranjis, en un claro
ejemplo de lo que el Señor Rajoy denominaría como “españoles, muy españoles, mucho
españoles”.
Pero …, no fue así, y al
poco tiempo, los niños no estaban.
Al salir nosotros, comprobé que los niños estaban fuera del restaurante, sentados en un banco de la terraza, solos.
Al salir nosotros, comprobé que los niños estaban fuera del restaurante, sentados en un banco de la terraza, solos.
Ahora, parece que hay otros
usos y costumbres. Nosotros, hace veinte años como padres, y siguiendo la ruta de nuestros padres, nunca hubiéramos
procedido a actuar de la misma manera. Pero eso conlleva también otras costumbres. Nunca nos
hubiéramos calificado como “amigos de nuestros hijos”, cosa que ahora ocurre
con muchísima frecuencia. Y nunca nos hemos considerado como matones, pero unas
cuantas tortas les han caído. Y por supuesto, también hay que decirlo, que
nunca recibimos una demanda judicial desde su lado.
Todo ésto lo estoy
comentando a vivencia pasada, teniendo siempre presente a Lucía, la niña de Málaga, que a esas
mismas horas de lo relatado, estaba siendo buscada por toda su familia y
amigos...
Ni este vecino
del mundo quiere dar ejemplo de nada, lanzando culpas a nadie, ni por
supuestísimo a sus padres. Los niños son como el Houdini de su mejor época: Mil
ojos mirándolos y desaparecen en una décima de segundo.
Lo que ocurre es que como padre (tras serlo, uno no dejará de ejercer, al menos en su interior, hasta que muera), este vecino del mundo no puede dejar de pensar lo que vio esa noche en el buffet, aunque seguro
que me faltan datos para juzgarlo plenamente, pero la sombra de Lucía es alargada, y no deja que olvide a aquellos niños en la soledad de una terraza...
Lucia, descansa en paz.
*FOTO: DE LA RED
*FOTO: DE LA RED
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