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lunes, 24 de septiembre de 2018

TELE DE AUTOR



¡Que sí! Que he llegado a la conclusión de que nos quieren cuando menos entretenidos, sino cabreados del todo.

Lo mismo que a los pollos de granja les aplican, por decirlo de alguna manera, una especie de microclima, mediante luces constantes, para que no paren de comer y comer, al españolito medio le quieren tener en tensión constante para así, mirando al tendido, sea más fácil robarle la cartera  y hasta su honor.

No se puede decir otra cosa, respecto al panorama televisivo, que si no ves, por ejemplo, Telecinco, para no colaborar con esa mafia que tienen montada para ver la vida a la manera que confecciona su fábrica, programas blancos, o series españolas se pueden contar con los dedos de las dos manos en cada temporada. Pero, por ejemplo, este martes vuelve en RTVE esa serie de gran éxito que es “Estoy vivo”, y la tienen que poner, para indefectiblemente seguir cabreándonos, a la misma franja horaria que en Antena 3 ofrecen la interesante y recién nacida “Presunto culpable”.

Saben, los jefes y las mentes pensantes de cada cadena, que la mayoría de los espectadores pueden bandear el problema viendo una serie en directo, y la otra, por ejemplo, mediante la página web de la cadena afectada. Parece que lo importante, sin embargo, es comprobar quién la tiene más larga (la lista de espectadores, claro). Aquí la imagen es nítida, esa del maño cabezón que al ver acercarse el tren a toda velocidad sentencia eso de: ¡Chufla, chufla, que como no te apartes tú!

Y al final, así nos van a tener, apartados de una cadena de cabecera, y preparándonos, como en la cocina de un buffet, que picas de aquí  y de allí, y al arrimar tu plato repleto de retales culinarios donde está el resto de tu familia o amigos, bautizas a tu "engendro" con el consabido “cocina de autor”. Y lo triste, es que no has mentido, sino que inventas cada día diversas maneras de sobrevivir, por lo menos, ante tanta mala leche.

*FOTO: DE LA RED


sábado, 29 de julio de 2017

LA SOMBRA DE LUCÍA ES ALARGADA...


Lo reconozco, soy un cotilla,  puede ser quizás como daño colateral a ser gran amante del cine. Procuro que no se me escape nada a mi alrededor, y escruto comportamientos para encontrar ese algo más de los actores secundarios en "mi película". Aunque luego, es muy probable, no me entere de la misa, la media.

Hace tres noches, precisamente antes de ir a ver la pelí comentada en el post anterior, estaba cenando en un buffet chino con parte de mi familia, y entró un matrimonio joven, se supone, con dos niños, el mayor tendría unos ocho años, y el pequeño, unos cinco.

Me fijé en ellos porque oí a la camarera china que le decía a la mujer, que no eran dos personas, sino cuatro, a lo que la mujer respondió que los niños no iban a cenar.

Llámenme mal pensado (que lo soy, pero yo le llamo experiencia), y una sonrisa irónica debió de aflorar en mis labios, con la certeza de que íbamos a asistir a una muestra de nuestra picaresca, y darles de cenar de extranjis, en un claro ejemplo de lo que el Señor Rajoy denominaría como “españoles, muy españoles, mucho españoles”.
Pero …, no fue así, y al poco tiempo, los niños no estaban. 

Al salir nosotros, comprobé que los niños estaban fuera del restaurante, sentados en un banco de la terraza, solos.

Ahora, parece que hay otros usos y costumbres. Nosotros, hace veinte años como padres, y siguiendo la ruta de nuestros padres, nunca hubiéramos procedido a actuar de la misma manera. Pero eso conlleva también otras costumbres. Nunca nos hubiéramos calificado como “amigos de nuestros hijos”, cosa que ahora ocurre con muchísima frecuencia. Y nunca nos hemos considerado como matones, pero unas cuantas tortas les han caído. Y por supuesto, también hay que decirlo, que nunca recibimos una demanda judicial desde su lado.

Todo ésto lo estoy comentando a vivencia pasada, teniendo siempre presente a Lucía, la niña de Málaga, que a esas mismas horas de lo relatado, estaba siendo buscada por toda su familia y amigos...

Ni  este vecino del mundo quiere dar ejemplo de nada, lanzando culpas a nadie, ni por supuestísimo a sus padres. Los niños son como el Houdini de su mejor época: Mil ojos mirándolos y desaparecen en una décima de segundo.

Lo que ocurre es que como padre (tras serlo, uno no dejará de ejercer, al menos en su interior, hasta que muera), este vecino del mundo no puede dejar de pensar lo que vio esa noche en el buffet, aunque seguro que me faltan datos para juzgarlo plenamente, pero la sombra de Lucía es alargada, y no deja que olvide a aquellos niños en la soledad de una terraza...

Lucia, descansa en paz. 

*FOTO: DE LA RED