Primer día de junio y es como si hubiéramos dado la
vuelta al tiempo a modo de calcetín y no se habla, no hablamos de otra cosa, que
no sea la temperatura que tenemos. En Donosti, entre 32 y 33 grados. Y puede
que me quede corto.
No hay mal que por bien no venga, y mientras nos torramos
bien torrados no hablamos de otros asuntos. Porque este vecino del mundo sabe,
sin ningún género de dudas, de que con el tema que va a tratar hoy va directo a
un jardín, no sabe si frondoso, pero sí tan complicado de salir como el más
lioso de los laberintos. Pero ya se sabe que cuando te hablan las tripas, solo
puedes tirar para adelante y apechugar con las consecuencias.
Y es que uno ya está hasta el gorro de mensajes,
especialmente en la época de votaciones que hemos pasado, de esas mujeres que
llegan a todo sin despeinarse, sin comentar en ningún momento de la ayuda que puedan tener pagada, de lazos de sangre, o de ambas. Representantes del centro derecha moderado,
según ellos, que en dos días han parido, y compañeras de presunta coalición
dicen que “ese tipo de mujeres me gustan a mí”, dejando en la lontananza del
tiempo, por ejemplo, a una Carolina Bescansa que para hacer evidente el
esfuerzo de muchas mujeres, la mayoría, en "conciliar", famoso verbo, difícil de
conjugar con la realidad del día a día, apareció en su escaño de diputada,
entonces, con su bebé. No sentando nada bien a esa derecha representante de la
patronal.
Llevamos una época, it-girls incluidas en que están en
todas partes y además no se quejan de trabajar dentro y fuera de casa, niños
incluidos, y parece que lo hacen no solo sin despeinarse, sino que encima les
da tiempo de hacerse más de un photocall (por el que cobran, por cierto), con lo cual la María, o el José de
turno, que se tengan que quedar en casa, llevan además de la escasez con la que
viven, una especie de lupa que les aumenta la sospecha de no hacer todo lo
máximo que puedan para “moverse” más.
Lo peor de la última campaña electoral fue precisamente lo
que no se dijo, pero se mostró en un primerísimo primer plano. Esa Begoña
Villacís que en un pispas había parido y en dos o tres días ya aparecía con el
cochecito de su bebé, desfilando junto a gentes de su partido en un gesto de aparente normalidad, pero cuidado y medido al máximo.
Eso me recordó a lo que ocurría en la empresa en la que
trabajé durante muchos años. Los jefes, aparentemente, nunca cogían vacaciones, cosa que al currito de turno intentaban hacerle chantaje emocional, y crearle una especie de cargo de conciencia.
Ellos, sin embargo, siempre estaban en ferias y reuniones en muchas partes del mundo. Y cuando
volvían, lo hacían semanas después, luciendo presunto moreno de cuatro o cinco
estrellas y un humor libre de cualquier tipo de estrés…
No es lo mismo tener que batirse el cobre todos los días,
que ser el propietario de las instalaciones donde lo haces, además del cobre
mismo.
Lo peor de todo no es, como dirían en mi pueblo, “que te la quieran dar
con queso”, sino que estén convencidos de que eres tonto y vas a tragar con todo.
*FOTO: DE LA RED
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