Quizás para que España marchara mejor, o los españoles
marcháramos mejor, sería aconsejable que
cada uno escribiéramos un blog, o en su defecto, un diario, por el cual nos viéramos
obligados a recapacitar sobre lo acontecido o que va a acontecer próximamente.
Y en este mismo momento me viene a colación un dicho que
siempre recordaré a quién se lo oí por primera vez: “Corrimos como pollos sin
cabeza”. Lo dijo John Benjamín Toshack refiriéndose al equipo de fútbol que
entonces dirigía, Real Sociedad. Y como pollos sin cabeza parece que nos
comportamos las veinticuatro horas. Sólo
con dos claros objetivos que además están en nuestro propio cuerpo: Vigilar nuestro ombligo, y salvar
nuestro trasero.
Algunos pensarán que en el uso de la ironía que
caracteriza a este vecino del mundo, esta vez se ha pasado, cuando en realidad
es literal lo dicho. Durante esta semana y en plena calle ha habido gente que
me ha adelantado, o lo ha intentado al menos, por derecha, izquierda, arriba, y abajo no
porque no pudieron conseguir las llaves
del alcantarillado.
Con el paso de los años, la próstata de uno, y de lo poco
que le sirve todavía para reafirmarse como hombre, le hace tener que buscar un váter
incluso con deseo. Ayer mismo estaba entrando con urgencia nada fingida en “los servicios”
de un bar, cuando a mi espalda alguien me urgía a dejarle paso para orinar
rápidamente, como si lo que pretendiera hacer este vecino era, por ejemplo,
ganchillo. Al darme la vuelta para decirle, que no, que yo entraba antes,
observe que "el brioso" era chófer de autobús, pero como yo estaba seguro que mi
labor no me iba a llevar más de treinta segundos, entré concienciado de
realizar un trabajo profesional.
Me sobraron tres segundos, pero el chófer, o ya había optado
por otros lares, o dándose cuenta de que quizás se había pasado con su petición, eligió convertirse en leyenda y desaparecer en la última curva del recuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario