No hay un lugar en Donosti estos días, cercanos al día de San Sebastián, que a eso
de las ocho de la noche puedas estar libre de sufrir una agresión acústica en
forma de ensayo de tamborrada. Además no te puedes quejar, viéndoles a
ellas y a ellos con tanta dedicación maltratando a un tambor.
Se supone
que no debe de haber por ningún lado, ninguna asociación salvadora de tambores
y similares porque de lo contrario estas fechas serían propicias para
que pusieran todo tipo de querellas.
Más de una vez este vecino del mundo ha llegado a
la conclusión de que los donostiarras, tan tranquilos, quizás demasiado, y
comedidos, sin duda que en exceso, durante todo el año, soportando todo tipo de
decisiones, cuando menos discutibles, por parte de los políticos de turno, y de resultados tan dispares de sus equipos
deportivos, son así porque durante veinticuatro horas seguidas al año, se ponen
tibios pegando a un tambor.
A alguien le ha dado por pensar el por qué cualquier
donostiarra ha podido resistir tanto tiempo, más de treinta años, con los dimes y diretes de una estación de
autobuses tan cambiante en su ubicación y ejecución, sin tan siquiera parpadear…Está
claro que porque el 20 de Enero de cada año le ha dado a rabiar a su tambor. No
hay otra explicación.
Partiendo de esta idea, de la presencia de un
tambor, se podría lograr un mundo mejor, regalando tambores, para su uso
naturalmente, a todos aquellos que tengan que tomar decisiones cuando menos
complicadas para el resto de los que le rodean.
Lo mismo que está institucionalizado el “Tambor
de oro” para aquel o aquella que durante todo el año, digamos que
promocione Donosti, o se le relacione indefectiblemente con esta ciudad,
también se deberían de repartir unos cuantos tambores al año a gente que por
algún tipo de decisión haya creado algún conflicto durante el año, bien en su
ciudad, autonomía o país.
Este año por ejemplo un máximo candidato para que
se le regalara un tambor, y bien grande, y que lo usara hasta romper, sería el
alcalde de Burgos, y a los concejales de su partido, por poner en jaque a gran
parte de sus ciudadanos con decisiones cuando menos cuestionables.
Lo mismo que es tan común en el donostiarra hablar
de “el
marco incomparable” deberíamos, a partir de ahora, promocionar la frase
“Ponga
un tambor en su vida, y la verá de otra manera”. Seguro que es un paso más para cambiar el mundo, y de hacerlo un poco más donostiarra.
*FOTO: DE LA RED