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lunes, 19 de octubre de 2015

EL SHANGRI-LA DE TUS RECUERDOS


En algún sitio leí que no se debe de volver al lugar en el que se fue feliz porque es la manera de comenzar a perderlo todo. Incluso, y ésto ya es de mi propia cosecha, a la felicidad le vienen bien los grandes espacios, y el paso del tiempo para aderezarlo con atrezo de nuestra propia cosecha. 

Prohibido primerísimos primeros planos, porque como mínimo las patas de gallo de los recuerdos nos hablarán de tiempos pretéritos donde el futuro se teñía de posibilidades, y el deseo aprendía a dar sus primeros pasos.

Quizás, el retorno puede ser como intentar leer el libro de nuestras vidas dos veces. Como Superman intentando que la tierra gire en dirección contraria para borrar la muerte de su amada. Y ninguna vida resiste a una segunda lectura, porque a buen seguro cambiará, y es más que probable que perderemos en el cambio, porque siempre gana la banca, aunque sea la del recuerdo.

El ayer está lleno de nidos de bonitos recuerdos dormidos o sonámbulos. Recuerdos con pedigrí, que si vuelves a Shangri-La, es más que probable que acabes con ellos. Porque los recuerdos son como camaleones de porcelana del ayer, que se depositan en cualquier lugar, se mimetizan con el paisaje, pero son más que eso. Y si vuelves al Shangri-La de tus recuerdos es más que probable que perezcan rotos en mil añicos (como bolas de un árbol navideño olvidado en el mismo momento de nacer) por las pisadas de la realidad.


Los recuerdos siempre merecen ser mirados desde el retrovisor de la vida, pero con la vista en la forja donde el futuro hecho cerámica  se hornea  y se convierte en mil formas de un siempre frágil presente. Ayudan a que el presente sea soportable, pero no se puede vivir de ellos, solo sirven de anestesia a un dolor que está en nuestro ADN, y que nos hace distinguir lo verdadero de los sueños.

*ILUSTRACIÓN: DE LA RED

miércoles, 23 de abril de 2014

UN TROCITO DE SHANGRI-LA

Hoy en alguno de esos periódicos digitales, y más tarde en emisoras de radio que “leen” esos periódicos, han hablado sobre la calle en la que sale más caro comprar un piso en España, y cualquier donostiarra, sin embargo, ya lo sabía desde hace muchísimo tiempo, porque es en el paseo de Miraconcha, en frente de la mismísima playa de la Concha. Y con esa noticia, hoy tristemente confirmada, se va al traste uno de mis sueños más íntimos.
Hay quien sueña con suecas, no de Sueca en la provincia de Valencia, sino de la mismísima Suecia. Otros, que por ejemplo tienen el alma blanca, sueñan con la décima. Sin embargo, para este vecino siempre ha sido su Shangri-La, su trocito de Edén, el sueño de levantarse por las mañanas, y salir a su mirador, precisamente en Miraconcha, con su calzoncillo descolocado, y mientras se lo coloca, el calzoncillo y todo lo demás, abrir los ojos, todavía somnolientos, y comprobar cómo se juntan una vez más el azul del mar con el del cielo.
Y lo triste no es pensar que nunca, al menos en esta vida, conseguiré mi trocito de Shangri-La, sino comprobar que los sueños tienen un precio, y que hay personas que los pueden conseguir sin parpadear. A este vecino se le plantea entonces que no debe de ser lo mismo los sueños de un "currela" que los de un multimillonario, que no es que tenga dinero en el banco, sino que es el propietario de una cadena de bancos. Y seguro, seguro, que el multimillonario te vendrá con la milonga esa de que él no puede ni soñar porque está todo el día currando, y que para él su sueño sería el poder tomarse una caña con sus amigos del alma.
Este vecino no puede negar, de que aunque al comienzo del post no pensaba en él, ahora le viene a su mente el Señor Blesa, que no sabe si habrá conseguido sus sueños, pero sí el dinamitar presuntamente miles de sueños de sus clientes, y algo muy, muy morboso, el sentar en un banquillo al juez que previamente le había sentado a él. Quizás por eso no hay duda, de que de España se puede decir que es la tierra donde cualquier sueño es posible, sobre todo si tienes mucho dinero, jeta y amigos apropiados. 

*DIBUJO: DE LA RED