Ha
llegado el día. Con el atardecer este vecino del mundo cogerá un
autobús que le devolverá a Donosti, y al llegar, pensará en aquel
hogar-dulce-hogar,
o el más normal, como-en-casa-en-ningún-sitio. Aunque en realidad, como en casa en muchos sitios, siempre que haya
salud y dinero, ya que, en el fondo, es una manera de conformarse
con lo que te toca ahora.
Antes
para este vecino, y ya lo tiene explicado más de una vez, decir
Torrevieja, era recordar el famoso programa de televisión “Un,
dos, tres”, y su mejor premio: el
famoso apartamento cerca de la playa.
Desde hace unos años, Torrevieja es la palabra clave que se
materializa en las vacaciones y unos días sin preocupaciones, y en
los que se vive de día y de noche. Y mientras para los foráneos ir
a Donosti significaría ir a una de las ciudades más bonitas del
mundo, para este vecino con su atalaya desde la que normalmente os
habla, con su sede
social
allí radicada, supone la cotidianidad, aunque en realidad sea como
pasear por Rodeo
Drive
para alguien que vive en Beverly Hills. Ya sé que es un tanto
exagerado, pero por los precios que tenemos que soportar
durante todo el año, algo de razón me asiste. Y es que la
costumbre es lo que tiene, asomarse a la playa de la Concha y
comprobar que la isla, esa famosa isla, sigue en su sitio, y que, por
ahora al menos, no se la han quedado los vizcaínos.
En
este mes largo, he echado de menos mis pinceles, y el problema de
cómo abordar un nuevo lienzo en blanco. Toda actividad, al ser
retomada se coge con nuevos y renovados bríos, y seguro que los
azules serán más brillantes en los nuevos paisajes, y los verdes se
ceñirán en las hojas de los árboles, para secarse, a modo de
recordatorio, y sugerir paisajes que durarán más vidas que la
propia.
Emprender
un viaje, como el de hoy, siempre, y a pesar de su cotidianidad, me
originan unos nervios que solo se calmarán al cerrar la puerta de
casa tras llegar. Y es que todo viaje implica un adiós y un
reencuentro, lo triste con la alegre. Por eso, quizás, a la llegada
de la La Parca se le compara con el comienzo de un viaje, y en el que
todas las religiones, a su manera, se empeñan en que
compres los billetes en sus oficinas, para
lo que me temo pudiera ser el mayor
timo de la historia,
pero que nadie ha podido desvelarlo.
Como
se decía en aquella trilogía cinematográfica, que luego por
el poder del dólar se
convirtió en dos trilogías, y lo que queda por venir, que
la fuerza nos acompañe a todos,
y que cuando vuelva a abrir mi atalaya espero reencontrarme con todos
vosotros, y posibles nuevos invitados, porque la vida es para
vivirla, y naturalmente para contarla. Y aquí, de contar, y de
dialogar, sabemos mucho. Un abrazo, y hasta ahora...
*FOTO: DE LA RED