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viernes, 23 de junio de 2017

AL OTRO LADO DE LA HOGUERA...


Dentro de unos momentos, este vecino del mundo se va a dar un paseo que le servirá a modo de elixir de la eterna juventud. Y es que ya falta poco para celebrar la Noche de San Juan. Aquella noche que, entre otras cosas, significaba el fin de un curso, su intento de dejarlo atrás, y jugar con un futuro que se escondía tras la oscuridad de una noche, sin duda, especial.

Hay ritos, costumbres, noches que son una especie de vuelta a la niñez, quizás de empequeñecer en tamaño, para verlo todo con aquellos ojos grandes que nos caracterizaban cada vez que vivíamos algo que escapaba a la razón. Porque un niño, espera todo, comprende todo.

Y la noche de San Juan, aquellas noches de los años sesenta, tenían para nosotros al menos, mucho de rito que olvidaba la razón para troncar con esa sombra de brujería que se esconde en cada noche. Ese quemar algo viejo, ese saltar el fuego, está más cerca de un aquelarre, de jugar con lo prohibido, de cruzar al otro lado del más allá , de la sinrazón. Más cerca de intentar romper las puertas del cielo, que hacer cola ante el Todopoderoso, para ver si nos hemos portado bien.

La noche de San Juan del 2016 tuve la gran suerte de disfrutarla en la playa de La Zurriola, en Donosti, entre carajillos, bruj@s de distinto pelaje y música de enigmáticos acordeones.


Hoy, esta noche, estaré más lejos; lleno de ecos habanero-salineros, y de much@ rubi@ europe@; pero seguiré buscando al otro lado de la hoguera de cualquier playa, ese reflejo, quizás de una cara, o de unos ojos, que no paran de vigilar, prestos a reconocerme el día que ya la hoguera esté en el mismo lado de los dos.

*FOTO: DE LA RED

lunes, 17 de junio de 2013

UN TOQUE DE REBELDÍA

Nada es lo que era, ni el tiempo, el meteorológico, es lo que era. No nos hemos podido desprender de la ropa del invierno, y eso que lo hemos intentado, y prácticamente ya estamos cortando leña y apilando cosas viejas para la hoguera de San Juan.
Se suele decir que el fuego es purificador, algo positivo tiene que tener aparte del poder destructor de la hoguera.
Decir la noche de San Juan, siempre ha sido algo muy especial para este vecino del mundo.
Cuando era pequeño, significaba el final de curso. Para ese día, para esa noche, siempre estábamos de vacaciones, con cosecha de calabazas o sin ella. La noche más corta, y una escusa para salir con los amigos, y utilizar lo más parecido para un niño de lo que sería una versión incandescente de la ruleta rusa.
Saltar por encima del fuego, visto desde la mirada de un niño de entonces, principios de los sesenta, era jugar a ser mayor y un toque de rebeldía. Intentar  asombrar a los demás, arriesgando lo mínimo en el salto. Mejor saltar por las esquinas de la fogata - nos recalcaban los mayores – ya que si te caes siempre tiene que ser hacia un lado, nunca hacia el centro.
Pero, en realidad, lo mejor no era el salto en sí, sino al final juntarte con tus amigos y a hablar sobre ello, alardeando del mejor de tus saltos, y de las sensaciones exageradas al infinito.
Este vecino nunca ha pescado, pero se imagina que la sensación tiene que ser la misma que cuando los pescadores ponen las palmas de sus manos en paralelo para explicar el tamaño de sus piezas.
Ahora, quizás, se nos ocurrirían más objetos, personajes y situaciones para llevar a la hoguera en una especie de “akelarre”, intentando exorcizar los malos espíritus, que en estos años se están corporeizando en hombres de negro, quizás por el color de su alma, si un día la tuvieron, con diferentes acentos, incluso con acentos autóctonos y aspecto afable.
El fuego también se puede llevar metafóricamente en la sangre, para purificar todos nuestros actos y pensamientos del aire infectado de reproches, malas palabras y actos que nos rodean. 
Nunca hay que olvidar ese toque, aunque sea el último, pero siempre de rebeldía.

*FOTO: DE LA RED