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martes, 9 de febrero de 2021

GATOS DISFRAZADOS...

 

El asunto tiene hasta su gracia. Una de las cosas que más echo de menos durante esta pandemia, es el poder salir a la calle de madrugada. La gracia viene porque en la normalidad que se suponía iba a durar toda la eternidad, no lo hacía nunca. No soy un gato disfrazado de “vecino común”, pero ya se sabe, basta que no lo puedas hacer ahora…

Lo mismo deben de pensar todos esos, y esas, claro, que un día si y el otro también, aparecen en la madrugada de un informativo, detenidos en cualquier recinto disfrazado de “garito de tres al cuarto” pagando una pasta, además, por intentar jugársela a la autoridad competente.

Cada vez que ésto ocurre, que detienen a usos cuantos desaforados y “malvecinos” por llenar cualquier “armario destartalado”, pagando además, con premeditación  y alevosía, no puedo evitar pensar en esos chistes, que siempre me han parecido tan estrambóticos, de “Estaban cien mil chinos en una cabina telefónica, y al recibir otro gol, el portero de uno de los equipos se queja amargamente diciendo: -Claro, es que me dejáis solo.

En el día a día a estos individuos no sé si les ha dejado solos la cordura, pero sí, están llenos de un egoísmo exacerbado. Fríamente, les trae al pairo hasta la posibilidad de poder contagiar a sus más íntimos. Porque se supone, que en el mejor de los casos, todavía les quedará de eso: “familia”.

Y es que hay cosas que no las puede arreglar nunca ningún “lo siento”, aunque después se vista de lacrimógeno, trágico o de mil excusas cada cual más descabellada que la anterior.

Todo acto tiene su repercusión, y tras cualquier decisión sólo se abre un camino de ida, nunca de vuelta. Y por supuesto, en ningún caso la juventud debe de ser sinónimo de estulticia, sino de esperanza.

*FOTO: DE LA RED

jueves, 24 de mayo de 2018

EL DEMONIO Y EL SELFIE



En estos tiempos en que nos levantamos creyéndonos ya con poderes de futurólogos porque sabemos que hoy también nos vamos a enterar de algún que otro corrupto de campanillas, y que por eso nos sentimos curtidos en todo tipo de infortunadas sorpresas, una simple foto puede actuar, nos decían en nuestra infancia allá a principios de los sesenta, como un "soplamocos" que puede hasta remover tus fantasmas del pasado. Y es que ya está comprobado que a los selfies también los carga el diablo.

Hoy en Twitter he visto primero un fotograma de un selfie cuyo original era un corto video, y luego tras indagar un poco, he verificado la estupidez al completo, y comprobado, una vez más, cómo te puede cambiar la vida de un segundo a otro, especialmente si tienes uno de esos días, y voy a ser irónico, en que tu ángel de la guarda está un poco despistado. Lo ocurrido en el video, al parecer, no ha llegado a mayores pero el protagonista ya debería tener la sensación de que está viviendo una prolongación de su vida.

La gesta estúpida debió de ocurrir a finales de enero de este año, en el que un joven de la India siente la imperiosa necesidad de hacerse un selfie mientras se acerca un tren, me atrevería decir de esos de corta distancia. Aunque tratándose de la India, cortas distancias a lo mejor se consideran también los mil kilómetros.
Como mínimo el joven debe de tener incrustada a modo de tatuaje en su mejilla derecha parte de chapa y pintura de la máquina del tren, y esperemos que se le haya “pegado” al mismo tiempo un poco de juicio para el resto de su vida.

Y a este vecino le ha dado por pensar la cantidad de gente que ya ha visto irse quedando en el camino desde la más tierna juventud, por cosas, o por causas, que se veían venir, como malos hábitos por mucho que se disfrazaran de modernez muy moderna.

Los setenta/ochenta fueron muy crueles. Pertenezco a un pueblo guipuzcoano en el que durante mucho tiempo tuvo reflejado en cifras a nivel mundial un alto porcentaje de caídos por la droga, ya que fue una cuadrilla entera en un pueblo más bien pequeño que compartían algo más que sustancias, y las estadísticas siempre tienen mucho de frialdad.

Y lo más triste es que tú te ves envejeciendo cada vez que te observas en el espejo, y compruebas tu trayectoria cambiante, pero los recuerdos de aquellos que ya no están siempre vienen vestidos de caras jóvenes y sonrientes, cada día un poco más ajadas y claras, eso sí, por el paso del tiempo. Y en momentos que como hoy, parece que me ha pillado un poco flojo, hay recuerdos que te golpean con la frialdad de aquella situación, y aunque tú, protagonista de tu historia, sigues vivo, quizás por eso mismo, te sientes un poco culpable por vivir, aunque sólo les conocieras de vista.

Ser inmortal, siempre que solo lo fueras tú, si lo piensas un poco, tiene que ser el peor de los castigos: una continua sensación de déjà vu,  y los demás preguntándose al verte “¿Éste de dónde viene?”. Y lo peor de todo, ya que se puede entender de todas las maneras: ¿Quién le ha dado vela en este entierro?


*FOTO Y VIDEO: DE LA RED



viernes, 23 de junio de 2017

AL OTRO LADO DE LA HOGUERA...


Dentro de unos momentos, este vecino del mundo se va a dar un paseo que le servirá a modo de elixir de la eterna juventud. Y es que ya falta poco para celebrar la Noche de San Juan. Aquella noche que, entre otras cosas, significaba el fin de un curso, su intento de dejarlo atrás, y jugar con un futuro que se escondía tras la oscuridad de una noche, sin duda, especial.

Hay ritos, costumbres, noches que son una especie de vuelta a la niñez, quizás de empequeñecer en tamaño, para verlo todo con aquellos ojos grandes que nos caracterizaban cada vez que vivíamos algo que escapaba a la razón. Porque un niño, espera todo, comprende todo.

Y la noche de San Juan, aquellas noches de los años sesenta, tenían para nosotros al menos, mucho de rito que olvidaba la razón para troncar con esa sombra de brujería que se esconde en cada noche. Ese quemar algo viejo, ese saltar el fuego, está más cerca de un aquelarre, de jugar con lo prohibido, de cruzar al otro lado del más allá , de la sinrazón. Más cerca de intentar romper las puertas del cielo, que hacer cola ante el Todopoderoso, para ver si nos hemos portado bien.

La noche de San Juan del 2016 tuve la gran suerte de disfrutarla en la playa de La Zurriola, en Donosti, entre carajillos, bruj@s de distinto pelaje y música de enigmáticos acordeones.


Hoy, esta noche, estaré más lejos; lleno de ecos habanero-salineros, y de much@ rubi@ europe@; pero seguiré buscando al otro lado de la hoguera de cualquier playa, ese reflejo, quizás de una cara, o de unos ojos, que no paran de vigilar, prestos a reconocerme el día que ya la hoguera esté en el mismo lado de los dos.

*FOTO: DE LA RED

lunes, 21 de noviembre de 2016

ESPLENDOR EN NUESTRA HIERBA...



Hoy he tenido, por motivos familiares, que hacer una especie de vuelta a mi pasado, al tener que regresar por unas horas no solo a mi casa familiar, sino a ese pueblo, en la que tus conocidos de toda esa parte de tu eternidad que has vivido en tus años mozos, disparan siempre con bala, aunque por sus sonrisas, parece que nunca se haya roto un plato, ni en ese mismo momento…


Tras haber terminado con los asuntos, o mejor dicho ellos conmigo, que me habían llevado a esa especie de salto al pasado y sin red, como a la postre se ha demostrado, y ya que tenía casi una hora hasta el próximo tren que me llevaría devuelta a Donosti y a mi normalidad más normal, he optado por saltarme las normas del forzado día a día ese que me hacen llevar cocodrilos en los bolsillos, para no gastarme un euro porque de lo contrario no me llega a fin de mes, y regalarme unos momentos de locura y frenesí económicos que se han traducido en una Coca-Cola y un pincho de tortilla, en un bar muy cercano a la casa familiar.


Solo intentaba pasar un rato tranquilo, y lejos estaba de temer que en breves instantes iba a sufrir una verdadera catarsis de recuerdos, sentimientos, y seguras culpas, en apenas cinco minutos, o lo que viene siendo el tiempo necesario para tomarse un vino.


Como mi intención era pasar lo más desapercibido posible para no ser preguntado ni por los motivos del viaje ni por recordar un pasado, que puede tener mil lecturas, quizás no muy justas, especialmente si se ve desde ojos ajenos, apenas he mirado más allá del entorno de mi plato, con una tortilla que estaba como para hacer la ola unas cuantas veces. No he querido dar pie a ninguna conversación, pero mi intención no ha sido suficiente…


De pronto, un torrente de voz en forma de trueno me ha saludado, mientras, seguro, todos, y cada uno de los clientes del bar, han captado nuestra imagen, y dirigido la antena de su atención. El conocido, y autor del saludo, iba con otras dos personas a las que yo conocía prácticamente de vista de aquella época, y a él, en realidad nunca me ha unido una gran amistad, aunque eso sí, era y es, supongo, amigo de un amigo mío.


La conversación, a decir verdad, ha sido más bien de esas que tienen lugar en un ascensor.  “¿Qué tal estás? ¿Cómo así? Han pasado muchos años…¿Qué es de tu vida?.” Y todo ello aderezado con el mismo cariño, esperanza, e interés que puede tener un forense esperando ser respondido por uno de sus nuevos cadáveres…


Y como al parecer ya no sabía qué preguntar, ya que yo tampoco estaba por la labor de darle cháchara, y era evidente que los silencios le incomodaban, ha optado por traer algún recuerdo del pasado, ni mintiendo ni diciendo la verdad verdadera, y ha soltado, dirigiéndose a sus dos mudos contertulios, la madre del cordero hecha aseveración con la misma voz de trueno con la que se había presentado: -Éste es el que decía que los negros destiñen.


En ese momento ya me he visto forzado a moverme cuarenta y cinco grados para quedarme en frente de él, y mirándole a los ojos, decirle:

-¡Vamos a ver! Primero de todo, esas palabras son de una época, más de treinta y cinco  años, en la que ni se sabía ni se practicaba el ser políticamente correcto. Hoy en día ni se me hubiera ocurrido… Ahora, a mis sesenta años, ni me voy a desdecir ni avergonzar de nada, porque nunca hay más de lo que hay. Pero seamos justos, estás hablando de una conversación mantenida a altas horas de la noche, - él todo el tiempo, es la verdad, con su cabeza ha estado confirmando que lo que yo decía era cierto - y tú lo sabes, todos bien regados de alcohol. Y tenía unos veintitrés años. Y algo muy importante, aquella época no era como ahora, ni había una especie de noción de lo que hoy se entendería por “aldea global” y un pensamiento casi universal.  Y sólo has dicho una parte de la verdad, porque aquello vino motivado porque había estado trabajando como limpiador de una residencia de estudiantes en Londres, con gente de muchos orígenes y de diferentes razas.
Y entonces, advertí que mientras te duchas vas perdiendo escamas de tu piel que quedan depositadas en las paredes de la bañera. Y que si eres de otro color, diferente al que se define como “blanco”, la suciedad, digamoslo de esa manera, es más evidente en la fría blancura de la cerámica.

Por cierto, espero que lo mismo que te has acordado de eso, también te acuerdes de que un íntimo amigo tuyo, a esas mismas horas y días, estaba totalmente enamorado y orgulloso de su coche, porque tenía forma de “porro”… Sin olvidar, ¿verdad?, de que en aquellos días de nuestro *“esplendor en la hierba” (obvio ha sido que ninguno de los tres ha entendido ni las referencias poéticas ni cinematográficas) todos tuvimos nuestras “perlas”, y si alguien las menciona justo sería que lo hiciera de todas. Y no utilizarlas a conveniencia, como armas arrojadizas…-


Creo recordar que al terminar estas palabras ya estaba sólo, como había venido, aunque eso sí, un poco más cabreado, entre otras cosas por haber sido joven y haber hablado en su momento con la ligereza que te da la inconsciencia de la juventud, y el creer que a las palabras se las lleva el viento... Van marcando nuestra estela, y advirtiendo de dónde nos encontramos en cada momento, como las migas del cuento.


FOTO: DE LA RED

 *Película del mismo nombre dirigida por Elia Kazan en 1961, y poema del escritor inglés William Wordsworth (1770-1850), "Ode on Intimations of Immortality from Recollections of Early Childhood": "Nada nos devolverá los días del esplendor sobre la hierba, pero nos recordaremos y fortaleza hallaremos en lo que de ello nos queda"'.

lunes, 18 de noviembre de 2013

IN MEMORIAM



Desde hoy la luz no tendrá la misma fuerza, y los vientos nos recordarán sonidos del pasado. Días de juventud en que la intensidad de la luz impactaba en nuestras jóvenes retinas sedientas  de experiencias.
Desde hoy el sonido solo tendrá ecos de antaño. Nos has dejado,  o quizás solo te has anticipado a nuestro último viaje.
El día no podía haber sido otro. Lluvia y frío, porque nos has robado, con tu ausencia, la pasión por vivir. En las fotos quedarán nuestros días de juventud, con sonrisas frescas de jóvenes labios sobre instantáneas ajadas.
No te ha quedado más remedio que dejarnos, aunque sabiendo que no es un “para siempre”, sino un “hasta pronto”, y que nuestro recuerdo es una manera de seguir entre nosotros.
Siempre has estado presente, y por lo tanto, a partir de hoy, el mundo será otro. Ni mejor ni peor, sino diferente. Ni vamos a poder acostumbrarnos a vivir sin ti, ni queremos. Porque no es justo que una persona, todavía joven como tú, tenga que dejarnos en lo mejor de la vida. Ya estaba anunciado, pero no por eso sigue siendo igual de triste, igual de injusto.
Se suele decir que los hombres no hablan de sentimientos, y es que somos así de tontos. Por eso, pensando que todavía no es tarde, te confesaré que la vida contigo, aunque muchas veces en la distancia, fue mejor, y el día a día visto con tu ironía, un poco menos amargo.
No quiero que estas líneas suenen a despedida, porque nunca puedes dejar atrás a alguien que siempre querrás, sino solo a una prueba de fe de que la vida, y la muerte, tienen esperanza, cuando nacen seres como tú, aun a sabiendas de que, aunque se vayan, no nos dejarán nunca.
Estamos muy orgullosos de haberte conocido, y poder haber compartido un poco de tu vida. En tu memoria, y en la nuestra, siempre te recordaremos.

*FOTO: DE LA RED