Los medios de comunicación han pasado varios días recordándonos de que por Sant Jordi se regala una rosa y un libro, y en esta España nuestra, en la que hay que andar con mil ojos, se les olvidó advertirnos de que ni la rosa podía ser amarilla, porque olería demasiado a independentismo catalán, ni el libro debía de ser de título indecoroso.
Quieras o no, especialmente si te haces famoso de nuevo
cuño, en algún momento vas a pisar el callo del nivel de cuidar la moral de
alguno que por sus años de trabajo ya se cree, o le han hecho creérselo, el rey
del mambo. Y parece que Alfred, uno de nuestros nuevos famosísimos a raíz de
Operación Triunfo 2017, cometió ayer el grave error, para alguno de nuestros
intelectos, de regalar a Amaia, su pareja, otra famosa de nuevo cuño, incluso
más famosa que él, un libro titulado “España de mierda”,
Es una novela de Albert Plá, naturalmente de argumento inventado y no es novedad editorial, porque se lanzó en el 2015, pero eso ya da lo mismo, porque el título lo nubla todo.
Es una novela de Albert Plá, naturalmente de argumento inventado y no es novedad editorial, porque se lanzó en el 2015, pero eso ya da lo mismo, porque el título lo nubla todo.
Uno de los que se han sentido violados en el callo de su
moral, parece ser, es Don Carlos Herrera que ha puesto su grito en el cielo, y
claro, como el tal Alfred, que dicho sea de paso, no me importaría en absoluto
que fuera mi hijo, si algo no tiene es pinta de macarra, y no se le puede
tachar de tal, el ínclito periodista, le ha despachado con un “le falta un
hervor”.
Hay palabras, Don Carlos, que se vuelven boomerang, y si no
te apartas, al menor descuido, se pueden aparcar en la cara de quien
previamente las había lanzado.
El que esté libre de pecado que tire la primera
piedra. Todos tenemos un pasado, incluso reciente, y un futuro,
especialmente el de nuestros hijos, que siguen siendo nuestros hijos por mucho
que hagan el paripé de que para triunfar se quiten el primer apellido paterno.
Cuando hay compañeros de profesión, que ya se encargan ellos, un día sí y el
otro también, de recordar que esa modelo es hija de tal y cual, por ejemplo en
el programa “Corazón”, lo de cambiarse el apellido, convendrán conmigo que al
final, no deja de ser un brindis al sol. O incluso acompañar al padre famoso durante su
visita al programa de Bertín; en mi pueblo se decía “ir de cestita”, aunque
ahora claramente es aprovechar el tirón del padre para labrarse un futuro.
¡Ojo! Todo lo anterior a este vecino le parece incluso razonable, o al menos comprensible; pero si nos ponemos las gafas de sospechar, o de poner en solfa, lo hacemos con todo, y con todos.
¡Ojo! Todo lo anterior a este vecino le parece incluso razonable, o al menos comprensible; pero si nos ponemos las gafas de sospechar, o de poner en solfa, lo hacemos con todo, y con todos.
Aún recuerdo esas mañanas de los “fósforos radiofónicos”
cuando Don Carlos Herrera iba por su cuenta y riesgo. Ahora, ya desde hace
mucho, parece ser, olé por él, tiene su cuenta saneada, y el riesgo, el mínimo,
porque sabe a quién apuntar, aunque esta
vez, creo que ha hecho un Froilán, y durante un tiempo su credibilidad cojeará.
Todos hemos sido jóvenes, y la inocencia se nos debía
presuponer. Quizás el problema viene de los ojos que observan en este caso a
Alfred, Carlos, y que seguro que ya han visto de todo, y que han imaginado un
comportamiento, sin conocer realmente, en este caso, ni a la persona ni al
personaje.
*FOTO: DE LA RED