El silencio de esta tarde,
viernes, Día de Reyes, y por eso festivo, sobre las cinco, me ha llenado de
mucha inquietud.
Cada uno no sabe, ni se
imagina, el “yo” que lleva dentro, su subconsciente es un verdadero
desconocido, y por un momento, ante ese silencio tan insoportable, me he
imaginado a todos los juguetes recibidos hoy, en un ataque de rebeldía
solidaria, de maltratos de todos los anteriores niños del mundo a sus juguetes
pasados y rotos, cambiándoles las baterías a sus propietarios, en una ceremonia
mitad reprimenda y advertencia, que ha podido durar, en cada uno de los casos,
varios minutos.
Para dar o recibir miedo, no
hay como cambiar de roles a lo que siempre se ha tenido como eternamente bueno.
¿Alguien se imagina a una paloma, símbolo de la paz, como asesina sanguinaria
dispuesta a maltratar a miles de ojos humanos, o a unos juguetes, actuando por
su cuenta, convirtiéndose en bombas letales para sus propietarios?
Y es que el silencio, no
solo el de hoy por la tarde, bien mirado, nos produce, así en general, un
profundo malestar. Quizás el secreto sea, el miedo a oír/descubrir nuestro latir. El que exista, firme y rotundo, o
incluso el intuir su ausencia. El descubrirte como un posible “replicante”, al
mayor estilo “Blade runner”, y que tu presunta frialdad ante asuntos
importantes, se debiera a tu falta absoluta de corazón, ya sospechado por alguno
de los que ya son “historia” en tu vida.
*FOTO: DE LA RED