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lunes, 26 de marzo de 2018

DE TODOS LOS COLORES...



En su momento, una respuesta, que con el tiempo resultó acertada, un “no quiero”, me condujo a que nunca he fumado, salvo excepción del tan consabido B.B.C. (bodas, bautizos y comuniones), que siempre fueron más un paripé que una declaración de intenciones. Por eso nunca tengo cerca unas cerillas, y, aparentemente no corro riesgos, porque el ambiente, iba a decir "en esta España nuestra", pero lo dejaré en esta España de los Bancos, está más que inflamable.

Un consejo: Nunca cortes un silencio, como en el chiste, con un “Pues …. bien”. Porque es más que probable que te contesten con un “Pues mal, y bájate del carro que es mío”.  Y es que el personal ya no se fía ni de sí mismo, y con razón, porque conoce hasta sus más ocultas intenciones…

Y si no que se lo pregunten a Cristina Cifuentes. Por un master de nada, se las están haciendo ver no sé si de todos los colores, pero como mínimo aparecer, como ya lo hizo su jefe en su momento, “plasmada”; o  por evitar mirar a la cara a los medios, y en el fondo a todos nosotros, o por aquello de no querer contestar más preguntas, o todo junto.

Y es que con Doña Cifuentes está ocurriendo que en lugar de aclarar con sus respuestas, parece hacerlo más con sus silencios.

Remedando aquel célebre “madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle", a Cristina Cifuentes le haría la gracieta de “master no hay más que uno y a ti te encontré …", pero uno no está como para alimentar a abogados cuando a duras penas se puede alimentar así mismo.

De todas maneras, cada vez somos más políticamente correctos, aunque presuntamente pueda haber más políticos incorrectos. ¡Curioso! Y es que de esta España, ahora de los Bancos, ya se decía cuando eramos en blanco y negro, “Spain is different”.

Dicho lo dicho, me surge una duda: ¿Ahora somos en colores, o simplemente nos los han sacado?

Va a ser lo segundo…

*FOTO: DE LA RED

viernes, 6 de enero de 2017

ESE SILENCIO PROVOCADOR


El silencio de esta tarde, viernes, Día de Reyes, y por eso festivo, sobre las cinco, me ha llenado de mucha inquietud.

Cada uno no sabe, ni se imagina, el “yo” que lleva dentro, su subconsciente es un verdadero desconocido, y por un momento, ante ese silencio tan insoportable, me he imaginado a todos los juguetes recibidos hoy, en un ataque de rebeldía solidaria, de maltratos de todos los anteriores niños del mundo a sus juguetes pasados y rotos, cambiándoles las baterías a sus propietarios, en una ceremonia mitad reprimenda y advertencia, que ha podido durar, en cada uno de los casos, varios minutos.

Para dar o recibir miedo, no hay como cambiar de roles a lo que siempre se ha tenido como eternamente bueno. ¿Alguien se imagina a una paloma, símbolo de la paz, como asesina sanguinaria dispuesta a maltratar a miles de ojos humanos, o a unos juguetes, actuando por su cuenta, convirtiéndose en bombas letales para sus propietarios?

Y es que el silencio, no solo el de hoy por la tarde, bien mirado, nos produce, así en general, un profundo malestar. Quizás el secreto sea, el miedo a oír/descubrir nuestro latir. El que exista, firme y rotundo, o incluso el intuir su ausencia. El descubrirte como un posible “replicante”, al mayor estilo “Blade runner”, y que tu presunta frialdad ante asuntos importantes, se debiera a tu falta absoluta de corazón, ya sospechado por alguno de los que ya son “historia” en tu vida.

 A partir de las doce de la noche de hoy ya no hay ni fiestas, ni amor universal cliché, ni mismas promesas, ya ajadas, de siempre... ¡SOCORRO!!!!

 Quizás, y sería el peor decorado imaginario posible, algún día descubramos, como hoy “el silencio de las cinco de la tarde”, que “Navidades” es el nombre que le damos a "la tregua", en la eterna guerra de la vida…
 
*FOTO: DE LA RED

martes, 28 de julio de 2015

NADIE DESPIERTO PUEDE ENTRAR EN ELLOS


Lo bueno de una noche de verano es ese silencio a salitre en la playa, con el ronroneo de olas llegando acompasadamente. Esa oscuridad que oculta la inmensidad del mar. Noches calurosas en las que el silencio te sigue, porque al silencio en el verano parece que se le desprecia con un torbellino de fiestas, debido a la creencia de que estar feliz, alegre, equivale a bullicio, a algarabía.

Me gusta emboscarme en el silencio de una playa solo iluminada por una tímida luna en su cuarto menguante, como si el ruido de esos guiris borrachos la hubiera roto.

La vida rutinaria, en una noche de verano, se queda en cuarentena; los problemas aparecen colgados en el perchero de las buenas intenciones, y ya mañana se verá. El silencio, en una noche veraniega , es lo más cercano  al paraíso. Es  apagar las luces a los malentendidos, a las malas miradas acompañadas de una sonrisa.

Dónde se esconden los barcos en las noches mal iluminadas, en las noches de un negro de luto, quizás en el mismo lugar donde van los besos que nunca dimos, los requiebros de amor que no nos atrevimos a dar mientras ella lo anhelaba.

No hay nada más triste que cantar una habanera a un marinero sordo, pintar de negro una ilusión blanca, decir adiós cuando se quiere decir hola.

Las noches de verano se hicieron para los enamorados; para el niño solitario que observando el reflejo de la luna en el mar,  quiere aprender a escribir poesías, y se da cuenta, de pronto, que la poesía en realidad siempre le ha rodeado, solo tiene que descubrirla, en esas olas casquivanas que se van antes de llegar, en esas estrellas que juegan a agujerear la oscuridad.

Una noche de verano es el decorado perfecto para esa primera cita llena de esperanzas, para ese baño nocturno en la humedad de lo no visto.


Y si algún día recuerdas esa playa inmensa de tu niñez, es mejor que no vuelvas a ella para comprobarlo, porque los recuerdos con los años se convierten en sueños, y nadie despierto puede entrar en ellos.

*FOTO: F.E.PÉREZ RUIZ-POVEDA

miércoles, 20 de mayo de 2015

LA OTRA CARA DEL MISMO LUGAR, O EL "EFECTO LUNA"




En primer lugar, y aunque no necesite ninguna justificación,  he de confesaros que este vecino ha creído conveniente disfrutar de estos dos días anteriores en silencio, el mismo silencio que hoy precisamente van a crear muchos músicos y personas relacionadas con la música, al cesar su actividad durante veinticuatro horas,  para protestar  por el famoso, a su pesar, I.V.A. cultural, con la diferencia de que lo de este vecino era, en parte, motivado por trasladarse a Torrevieja durante unos cuantos días. Como el viaje lo he realizado en autobús, muchas horas, más de las deseadas, me he sentido una especie de  Phileas Fogg a la española, es decir, con nada de presupuesto.

Es la primera vez que vengo en esta época del año, y no tiene nada que ver, eso me gusta, con el ambiente que se respira en pleno Agosto. Tras varios paseos y consiguientes conversaciones conmigo mismo,  he sentido una especie de subidón al comprobar que soy de los más jóvenes "veraneantes", en un turismo que todavía es, en su mayoría, de la denominada "tercera edad", y parece que el destino me esté haciendo la pelota, es una sensación muy extraña. Además, el tiempo me regala un viento que parece prometer una lluvia inminente, pero que como muchas promesas, y más en estos días preelectorales, no se cumplen.

Es tal el cambio, por otra parte obviamente esperado, que me he acordado de mi niñez.

Al ser mi padre de Azpeitia, ilustre villa por otra parte, solíamos ir todos los años a disfrutar de las fiestas de San Ignacio, el 31 de Julio. Y  claro, para mí durante muchos años decir “Azpeitia”, era hablar de un pueblo en constante fiesta, lleno de ruido, gente, y se supone que alegría. Hasta que ya de mayorcito tuve que ir al mismo sitio, ya no recuerdo por qué, en un día normal y corriente. Y el pueblo en el que siempre había alegría, bullicio, y mucha, mucha, gente, como si fuera un decorado de Disney víctima de un hechizo, se había convertido en otra cosa. Ya era un pueblo normal.

Y ahora, Torrevieja, es una ciudad normal, y eso me gusta, y mucho, porque aunque es un lugar que vive todo el año del turismo, parece que ahora no tenemos un foco que nos señala todo el rato. Da la sensación de que vamos, y espero que se me entienda, de incógnito. Incluso a esa gente que a cien metros “canta” a guiri, ahora nadie le molesta dándole publicidad de cualquier tipo mientras le señalan un punto al que debe ir.

Por cierto, sería un punto a pensar, si es necesaria tanta publicidad de todo tipo, en el contexto del turista que ya está en el lugar elegido, y al que parece, visto desde el mismo lugar pero ahora con mucha más tranquilidad, le están instando, más que sugiriendo, lo que debe de hacer.

Es un paralelismo total con estos días electorales en los que nos ofrecen el oro y el moro, y sabes de antemano que te están mintiendo a la cara, y para ello además, y una vez más, están utilizando nuestro dinero.

No quiero acabar, sin darle un tirón de orejas al todavía Presidente del gobierno, Señor Rajoy, para recordarle que pese a sus palabras ayer en Pamplona, preguntando retóricamente que quién se acuerda ya de la prima de riesgo y del paro, todavía hay muchísimas personas que están no solo en el paro, sino en el ostracismo más aislado, unos porque son jóvenes, otros porque han sido tildados de “mayores”, y tampoco hay que olvidar a esos, ancianos la mayoría, que han sido timados por una entidad bancaria a la que creían amiga.

Espero sinceramente que la salida de pata de banco del Señor Presidente sea la gota que colme el vaso, que haga que su partido no vuelva a saborear las mieles del éxito, y que él, el mismísimo Señor Rajoy, descubra, cuando le bajen de la poltrona, que siempre hay otra cara de ese mundo en el que él creía vivir, una especie de "efecto luna", su cara oculta,  como a este vecino le ocurrió en su momento con Azpeitia, y ahora con Torrevieja.

*FOTO: DE LA RED


domingo, 29 de marzo de 2015

AQUELLA SEMANA SANTA EN BLANCO, Y SOBRE TODO, NEGRO



A todo se hace uno, por eso cuando se echa la vista atrás, quizás al estar ya acostumbrado a lo que vivió y a lo que vive, y como los cambios se han ido haciendo paulatinamente, algunas veces no se es consciente. Pero los días que vamos a comenzar, la Semana Santa, son un claro ejemplo de ello.

No tiene que ver nada una Semana Santa de ahora, para el españolito medio, y ahí también incluyo al católico medio, con la Semana Santa de, por ejemplo, los años sesenta. Empezando por el hecho de que los únicos que tenían fiesta eran los estudiantes. Mis padres, por ejemplo, sólo tenían fiesta desde el llamado Jueves Santo al Domingo de Resurrección.

Si hay una palabra que este vecino del mundo, entonces un niño, relaciona con esos días es “silencio”. Se decía silencio de recogimiento, pero en realidad era un silencio que presagiaba miedo. Miedo a la misma historia que traían implícitos esos días. Una historia trágica, que por sabida, no dejaba de serlo. Una muerte, que aunque éramos niños, no escapaba la idea de que era “por nuestra culpa”. Un mucho de trágico y de inexplicable. Unos hechos que acababan, eso decían, en la gloria. Pero una gloria rara. Veías claramente la tragedia, pero la gloria y los días buenos había que creerlos por fe.

Las Semanas Santas de entonces sabían a limbo, si alguna vez hemos comprendido lo que era “eso”. Ausencia de cine, de espectáculos de todo tipo, incluidas prácticamente otro tipo de noticias tanto en periódicos, radio y en la única televisión existente.

El único cine que se permitía era de historia bíblica, de vida de santos, y hechos cristianizantes. Y música, mucha música, pero clásica, y sacra a ser posible. Y en la radio, las mismas voces que se lucían en las célebres novelas, ahora escenificaban la vida, y muerte, de Jesús de Nazaret.

Todos los años en la televisión se repetían películas como “Molocai”, “Santa Rosa de Lima”, “Marcelino, pan y vino” y, especialmente, “La Señora de Fátima”, y muchas películas, que ahora te das cuenta que aunque eran sobre la vida de Jesús, eran una especie de cine B, cuya característica en común era que no las habías visto, prácticamente, en los cines, y que en ningún momento de la historia se le veía la cara a Jesús. Te pasabas toda la película intentando verle el rostro, pero no había manera. Una especie de asociación entre rostro, cielo  y gloria.

El común del españolito medio no se iba de vacaciones; como mucho, si podía, dos o tres días a su pueblo. Y hay una sensación que vista ahora, me recuerda en cierta manera a las Navidades.

Una característica de las Navidades, ese sabor a querer cambiar, a tener nuevos hábitos y costumbres, también se sentía entonces. Debido a ese “limbo” comentado anteriormente, era una sensación a que estabas en una habitación esperando  a ser juzgado, y que si salías, siempre ocurría, libre de cargos, te ibas a portar incluso mejor.

También ayudaba a ese sentimiento extraño, las procesiones y esa, cuando menos compleja costumbre, pero captada, sin duda, por los niños, de que los hombres desfilaban por un lado, en fila de uno en uno, y las mujeres, al final, todas a la vez. Otro signo más, de una diferenciación entre sexos, que no se explicaba, sino que calaba en un todavía aprendiz ADN.

A este vecino hay algo que siempre le recordará a Semana Santa, aunque lo coma en cualquier otra época del año, y son esos barquillos dobles con miel dentro. Uno de esos pequeños vicios a los que todavía uno no ha renunciado. Una auténtica metáfora en sí mismos. Esa sensación de alcanzar la gloria, cuya antesala siempre ha sido  la Semana Santa, y que cuando vas a llegar a ella, a la gloria, se resquebraja y desaparece. Promesas que siempre quedarán en eso, en promesas.

Aquellas personas que no hayan vivido esa época, un franquismo tardío, donde la Iglesia tenía a un más poder, y juzgaba con mano firme, especialmente al pobre y nada poderoso, seguro que no me comprenderá. Los demás, no hará falta que lo recuerden, porque eso es un traje que siempre se lleva puesto, y no hay manera de quitárselo, una especie de “traje-cebolla”, del que te vas quitando capas, pero siempre queda algo. Ese aroma de culpa, de que has hecho algo malo, y si no, lo has pensado. Porque a Dios no se le puede engañar. Recuerda, está en todas partes. Una especie de Hacienda, con el mismo oscurantismo, pero con rosario acuestas, y penas para toda le eternidad.

*FOTO: DE LA RED