Lo ocurrido entre ayer y hoy en la política española ha
sido como montarse en una montaña rusa sabiendo que en tu unidad ni estabais
cerrados con la cadenita de la barra que sirve de cinturón, ni la puerta encajaba.
Ha sido como vivir peligrosamente pero con un final, por
ahora, bastante feliz, sobre todo con los que temíamos que ya con abrir incluso
la puerta del frigorífico nos íbamos a encontrar con Don Mariano Rajoy dentro diciendo eso de:
“Es
el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”.
Especialmente en lo que respecta a ayudar a los de siempre, aprovechándose de los de siempre.
Ya sé que si me
estuviera leyendo Rafael Hernando, primero diría que es mero populismo,
su palabra-insulto comodín, y luego seguiría con un tren de improperios
mientras hace ademán de estar perdiendo el tiempo, porque los que le llevan la
contraria parece que siempre le hacen perder el tiempo, por aquello de que
además les tiene que enseñar lo que vale un peine. Y en política, de eso, de lo
que vale un peine, se debe de venir aprendido.
Bien pensado, lo de hoy, la marcha de Rajoy, y
consiguientemente, de un PP todavía más desorientado que la cabeza de la niña
del exorcista, ha tenido mucho de orgasmo, para los que ya estábamos hartos de
un partido, el popular, haciendo aguas por todas partes, pero que estaban
dispuestos, eso parece, a que nosotros fuéramos los primeros en ahogarnos.
Y ahora, tras el orgasmo y unos cuantos pitillos después recordando
el momento de la caída de una manera de mandar con guantes para intentar no
dejar huellas, convendrá ponernos el mismo chip de siempre para que si van mal
las cosas con Pedro Sánchez, al menos no nos duela, como siempre también.
Siempre se ha dicho eso de que “las obras de Palacio van
despacio”, pero este vecino al menos, por ahora, se conforma con poco, con
sentir que el barco donde vamos todos parece coger un rumbo determinado y
firme, y se nos vaya informando de cada escala, para saber, más que nada, de lo
que nos depara el camino. Y eso sí, menos políticas del miedo, de presentar a
los demás como hombres, y mujeres, del saco.
¿Un miedo de todo lo visto en apenas 24 horas? Que los
que se van, y además tan rápido, tienen la sensación y lo dicen abiertamente,
que lo que dejan atrás es suyo, y que los que vienen ahora, a hacerse cargo de
la trayectoria de nuestro viaje, no son verdaderos patriotas.
Por cierto, cualquier día de estos, nos ponen un examen de patriotería. ¿Y el precio de la matrícula? Al nivel de los masters de Doña Cristina Cifuentes.
*FOTO: DE LA RED
Por cierto, cualquier día de estos, nos ponen un examen de patriotería. ¿Y el precio de la matrícula? Al nivel de los masters de Doña Cristina Cifuentes.
*FOTO: DE LA RED